ALICIA ALMENDROS.- Entre un 80% y un 90% de los contagiados sintomáticos de COVID-19 padecen o han padecido una disfunción del gusto y el olfato como un síntoma más de la enfermedad, por lo que esta alteración está siendo de gran importancia en el diagnóstico de esta, y requiere un tratamiento individualizado. Por ello, la Unidad de Olfato del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid ha puesto en marcha recientemente un programa destinado a recuperar los sentidos del olfato y gusto en estos pacientes. “Desarrollamos esta consulta hace ahora tres años y vemos a todo tipo de pacientes con pérdidas de olfato, pero es cierto que ahora con el tema de la pandemia son muchos los pacientes que consultan por una pérdida de este sentido a causa del coronavirus”, explica Pablo Sarrió, responsable de la Unidad de Olfato del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínico San Carlos (Madrid). “Cada vez tenemos más pacientes, de hecho, el 90% de los que vemos en primera consulta con a causa del coronavirus”, añade.

Seis meses sin olfato

Elena Marcos es enfermera de quirófano de este centro madrileño y se infectó de COVID-19 en abril. Desde entonces no percibe ningún olor. “Empecé con fiebre un día por la tarde y al día siguiente fue cuando noté que había perdido el olfato. Al estar aislada en una habitación, pedí a mi chico que me hiciera café para desayunar y como no olía no me di cuenta de que estaba preparado. Y al desayunar confirmé que no percibí sabor ni olor alguno”, comenta Marcos.

Cinco meses después, esta enfermera sigue sin recuperar el sentido, por lo que ha decidido acudir a la Consulta de Olfato: “Di negativo a las tres semanas y después de dos meses he empezado a percibir olores de una forma muy leve, pero no distingo muchos aromas. La verdad que en un principio no tenía ganas de consultar, pero, ahora, una vez terminadas las vacaciones, en reuniones con familia y amigos comentan lo rico que está algo y no lo percibo. Además, tengo gas en casa y me da miedo que haya una fuga o se queme algo y no lo detecte”, afirma. Y es que el olfato es clave no solo a la hora de comer alimentos. Elena por ejemplo se quemó las manos con lejía al echar más cantidad de la que correspondía al hacer una dilución.

Enfermería

Durante el tratamiento se lleva a cabo un entrenamiento que consiste en la estimulación repetida de la vía olfatoria para recuperar la funcionalidad perdida tras la enfermedad. Un procedimiento en el que la enfermera desempaña una labor importante. “Recibimos al paciente y en un primer momento nos aseguramos de que el paciente viene sin perfume y sin fumar desde el día anterior. Es muy importante que lo cumplan para que la olfatometría no salga errónea”, argumenta Arancha Chamorro, enfermera de la Consulta de Otorrinolaringología del Hospital Clínico San Carlos (Madrid).

La olfatometría tiene dos partes, “en una medimos el umbral que tiene ese paciente y en otra intentamos discriminar si distingue los olores que le mostramos. Con esos resultados el médico pondrá un tratamiento y nosotros ayudaremos a explicar la rehabilitación o el entrenamiento olfatorio que tiene que realizar en casa”, expone la enfermera. Cada tratamiento es individualizado dependiendo de los resultados de los test que realizamos y durante la prueba se huelen olores de diez familias distintas: cítricos, dulces, amaderados, frutales, químicos… “Les damos recomendaciones para su vida diaria como por ejemplo poner la fecha de cocinado de un alimento para evitar comerlo en mal estado, tomar precauciones con el gas en casa…”, enumera Chamorro.

Con esta terapia, el paciente entrena su olfato y su capacidad cerebral para identificar olores, almacenarlos y recordarlos, acelerando de esta manera la regeneración de las células dañadas. Este entrenamiento es una rutina diaria de dos sesiones (mañana y tarde), de unos 10 minutos de duración, durante varios meses, y consiste en oler distintos frascos de aceites esenciales, tratando de identificar cada aroma. Este tratamiento se personaliza en función de los resultados y se complementa con un cuadernillo que el paciente debe rellenar y entregar al finalizar, con el fin de mejorar el cumplimiento, evaluar la mejoría olfativa y valorar una posible modificación de la pauta de olores entrenados. “Con este entrenamiento se consigue acelerar la recuperación del olfato en gran medida, hasta tal punto que los pacientes pueden mejorar en varios meses lo que sin tratamiento podrían tardar muchos años en recuperar”, apostilla Sarrió.