Helena Granados llegó el lunes a España procedente de Nepal. El miércoles por la noche lo hacía Carmen Fernández, atrapada en Santo Domingo junto a otras cuatro compañeras, también enfermeras. Un día más tarde, eran los enfermeros Belén Magaña y Álvaro Gómez quienes de madrugaba aterrizaban en Barajas procedentes de Perú. Todos han pasado por lo mismo: inmersos en proyectos de cooperación internacional han visto interrumpido su voluntariado por el coronavirus. Así vivieron la irrupción de esta infección en sus países de destino, sufrieron el estigma del “coronavirus” por ser españoles y consiguieron volver.
Ya en España, lo primero que han hecho Helena y Carmen ha sido ponerse en contacto con los hospitales en los que habían trabajado previamente, el Infanta Leonor y el Gregorio Marañón de Madrid, para incorporarse lo antes posible. Helena está en activo desde el miércoles y Carmen acaba de firmar su contrato para empezar inmediatamente. Belén y Álvaro son de Andalucía y han decidido quedarse en Madrid para sumarse a sus compañeros. El lunes comienzan a trabajar en el Hospital Clínico San Carlos.
El presidente del Consejo General de Enfermería, Florentino Pérez Raya, subraya la vocación de estas profesionales que nada más llegar a España lo primero que hacen es incorporarse a los hospitales para sumarse a la lucha frente al coronavirus: “la nuestra es una profesión vocacional, de entrega, y esto lo demuestra una vez más”.
El Consejo General de Enfermería seguirá atendiendo la llamada de aquellas enfermeras cuyos proyectos de cooperación internacional se han visto interrumpidos y estén intentando volver a España. Las trabas y la falta de información complica en muchas ocasiones su regreso, por eso, desde el Consejo han centralizado la ayuda a estas compañeras para ayudarlas a gestionar su retorno.
Madrid, 28 de marzo de 2020.- Tras enlazar un contrato con otro en el Hospital Infanta Leonor desde 2016, Helena decidió seguir los pasos de su pareja y acudir a Nepal para participar en un programa de voluntariado. Helena llegó al país asiático a principios de marzo. Su idea era quedarse allí hasta mayo y luego regresar en busca de un nuevo trabajo. Sin embargo, apenas habían pasado veinte días cuando el coronavirus hizo su aparición también en el Himalaya y los proyectos en que trabajaba se vieron suspendidos. En ese momento, nos cuenta, “las cosas se empezaron a complicar. El viernes 20 de marzo nos informaron de que el espacio aéreo se cerraría el lunes y comenzaron a repatriar a los que se encontraban allí con programas de la Unión Europea”. Sin embargo, continúa, a aquellos que, como ella, habían acudido de la mano de una ONG local, en su caso Volunteers Initiative Nepal, “simplemente nos recomendaron que regresáramos”.
Su primera reacción, explica, fue la de contactar con el Ministerio de Exteriores donde, asegura, “no me dieron ninguna opción, simplemente que me buscara un vuelo para volver y llamara a la embajada de Nueva Delhi”. Allí, asegura, “quedaron en enviarnos información sobre los vuelos disponibles, ya que la mayoría estaban siendo cancelados, aunque nos dijeron que si estábamos bien podíamos seguir en Nepal, que no teníamos por qué irnos”. La información nunca llegó y Helena buscó un vuelo por su cuenta. Paralelamente, explica, “yo ya me había puesto en contacto con el Colegio de Enfermería de Madrid, que pasó mi caso al Consejo General de Enfermería. Enseguida me llamaron y se pusieron a mi disposición para ayudarme en lo que necesitara. Me he sentido muy apoyada y acompañada por ellos en todo momento”. Afortunadamente, su vuelo no fue cancelado y Helena llegó a España el lunes. Lo primero que ha hecho, nos cuenta, ha sido llamar al que ha sido su hospital estos últimos años, el Infanta Leonor, para ponerse a su disposición. Desde el miércoles, apenas dos días después de su llegada, Helena ya está allí trabajando.
El coronavirus en Nepal
Helena lamenta no haber podido desarrollar el trabajo que la llevó a Nepal. Su misión iba dirigida al ámbito rural y se iba a centrar, de un lado, en la prevención y el manejo del alcoholismo, un grave problema que azota a muchas familias; y, de otro, en la formación de mujeres que atienden a la mujer embarazada, en total cinco mujeres a caballo entre auxiliares y enfermeras para una población de 4.000 habitantes. Todo quedó interrumpido por el coronavirus y, explica, “pasamos a centrarnos en un plan de prevención y contingencia por si llegaba también allí”. Ante la pregunta de si ha llegado, se lamenta: “el lunes había dos casos confirmados pero no creemos que sea real. Uno de estos pacientes estuvo seis días paseando por Katmandú antes de ser diagnosticado. Además, sólo hay un laboratorio que esté haciendo pruebas y las hace para un único hospital. La población allí, en su mayoría, no tiene acceso a la Sanidad ni mucho menos recursos”.
Voluntariado en Haití
Una situación parecida ha sido la vivida por Carmen Fernández y Alejandra Castillo, que acudieron a Pedernales, municipio de República Dominicana cercano a Haití, donde iban a realizar su voluntariado con la ONG Flores de Kiskeya. Lo cuenta Carmen, que llegó allí el 3 de marzo y cada día cruzaba la frontera para acudir al país vecino, inicialmente, para colaborar en un proyecto materno infantil e impartir talleres de fisioterapia respiratoria. Sin embargo, pronto empezó a hablarse del coronavirus y decidieron cambiar el objeto de su intervención: “preguntamos a la población qué era lo que realmente les interesaba y si bien a las madres les preocupaba sobre todo la anticoncepción, a los chavales de entre 11 y 15 años lo que les llamaba la atención era el coronavirus. Allí aún no había ningún caso, pero era de lo que se hablaba en todas partes y estaban muy asustados así que decidimos darles información dirigida, sobre todo, a la prevención, haciendo mucho hincapié en una correcta y frecuente higiene de manos”.
Apenas habían pasado dos semanas de su llegada, cuando Haití inició el control de temperatura de la población, se dispusieron barreños con agua para lavarse las manos y anunciaron el cierre de la frontera con República Dominicana, con lo que el proyecto, cuenta Carmen, se tuvo que suspender. A partir de ese momento, comenzó su periplo, y el de otras tres enfermeras que cooperaban con una ONG distinta, para regresar a España. “A seis horas de Santo Domingo, sólo nos permitían comprar los billetes presencialmente, así que no pudimos coger los primeros vuelos que salieron para España”.
En su caso, explica que la ONG con la que habían ido les facilitó varios contactos que fueron de utilidad para gestionar su vuelta porque la respuesta de la embajada afirma, fue un poco “caótica”, tanto es así que el email en el que les informaban del primer vuelo en el que podían regresar les llegó apenas unas horas antes y cuando ya estaba completo. Paralelamente, también habían contactado con su colegio de Enfermería en España quien remitió su caso al Consejo General de Enfermería desde donde “se pusieron en contacto con nosotras inmediatamente para conocer en qué situación nos encontrábamos y ponerse a nuestra disposición en todo aquello que necesitáramos”.
Ya de vuelta, lo primero que ha hecho Carmen ha sido también contactar con el hospital en el que ya había trabajado, el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. Ayer mismo, firmaba ya su contrato para incorporarse inmediatamente.
Perú
Belén Magaña y Álvaro Gómez llevaban dos años planeando su voluntariado en Latinoamérica. Por fin, de enero a junio, estos enfermeros iban a participar en proyectos de cooperación de seis países diferentes. El coronavirus irrumpió cuando se encontraban en el ecuador de esta experiencia, en Perú, concretamente en Lima. El cierre de fronteras, el estado de alarma e incluso el toque de queda cercenaron su proyecto. A esto, cuenta Belén, se añadió el hecho de que “los españoles y los europeos, en general, estábamos mal vistos allí. Teníamos el estigma del coronavirus y eso que nosotros ya llevábamos allí tres meses, no éramos turistas ni acabábamos de llegar. Pero ya no querían siquiera alquinarnos una habitación para alojarnos. Ya no tenía sentido seguir allí”.
En ese momento, se pusieron en contacto con la embajada para gestionar su vuelta. Una vuelta nada fácil en la que, una vez más, la descoordinación y la falta de información dilataban el regreso. “No nos daban ninguna solución”, lamenta Belén.
Finalmente, consiguieron un vuelo a Madrid, aunque no a través de la embajada española sino de la griega, gracias a dos pasajeras que renunciaron a sus billetes esperando un avión que fuera directo a su país y decidieron cedérselos a ellos. “Llegamos a dudar de que los billetes fueran reales y nos hubieran estafado porque la situación está haciendo que haya muchos timos de este tipo, pero nos arriesgamos. Horas más tarde, la embajada española nos confirmó que estábamos incluidos entre los pasajeros”, explica Belén.
El día 26 de marzo, a las cuatro de la madrugada, Belén y Álvaro aterrizaban en Madrid con la intención de incorporarse al trabajo inmediatamente. De hecho, antes incluso de abandonar Lima, ya habían dado los primeros pasos: “Una amiga que vive en Madrid nos había hablado de la situación que estaba viviendo la Sanidad en esta Comunidad Autónoma. Así que nos pusimos en contacto con el Consejo General de Enfermería para comentarles que, si en algún momento nos repatriaban, queríamos colaborar y ellos nos han ayudado. Según aterrizamos, ya se pusieron en contacto con nosotros desde el Hospital Clínico San Carlos para ofrecernos un contrato y alojamiento. Ayer mismo firmamos y el lunes empezamos a trabajar. Por responsabilidad y por compromiso con nuestra profesión, creemos que lo que debemos hacer es quedarnos en Madrid y aportar nuestro granito de arena”.
Vocación
Como explica el presidente del Consejo General de Enfermería, Florentino Pérez Raya, “estamos muy orgullosos de nuestras enfermeras que, día a día, nos demuestran su entrega y su vocación. En este caso, hablamos de enfermeras que se encuentran en otros países, ayudando a personas con muy pocos recursos y sin acceso a la Sanidad; compartiendo sus conocimientos con profesionales locales que trabajan sin apenas recursos y atienden a un gran número de población. Muchos de estos proyectos están siendo suspendidos y nuestras enfermeras se ven obligadas a regresar. Desde el Consejo y la Organización Colegial de Enfermería estamos atendiendo la llamada de aquellas enfermeras que se ven atrapadas en otros países y les estamos brindando nuestro apoyo y colaboración para traerlas de vuelta a España. Es el caso de Helena, de Carmen y sus cuatro compañeras, de Belén y Álvaro, el de las cuarenta y cinco enfermeras que hace unos días regresaban de Ecuador y el de muchas otras que también nos han llegado y que estamos gestionando en estos momentos. Para nosotros es una satisfacción ver cómo, una vez llegan a España, lo primero que hacen es ponerse en contacto con los hospitales para incorporarse lo antes posible y sumarse así a sus compañeras para acabar cuanto antes con la situación en que nos encontramos. La nuestra es una profesión vocacional, de entrega, y esto lo demuestra una vez más”.