El envejecimiento de la población es uno de los grandes retos al que se enfrentan hoy todos los sistemas sanitarios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el principal objetivo de la atención a las personas mayores es el mantenimiento de su autonomía funcional al definir el envejecimiento saludable como el proceso que permite mantener una vida autónoma y funcional.

Con el fin de promover un envejecimiento saludable y una mejora de su calidad de vida, las enfermeras de los centros de salud de Madrid llevan a cabo un programa de atención integral a la fragilidad y promoción de la longevidad saludable. “Desde el año 2017 observamos un crecimiento de la población mayor de 60 años. Uno de cada ocho pacientes tiene más de 60 años, y se prevé que en 2030 lo sea uno de cada seis. Con este programa queremos captar a pacientes con riesgo de fragilidad para evitar que lleguen a un estado irreversible”, explica Rebeca Díez, responsable de Enfermería en el Centro de Salud El Greco (Getafe).

Valoración

Las enfermeras de los centros de salud se encargan de valorar la capacidad funcional de las personas para conocer su nivel de autonomía para llevar a cabo las tareas habituales de la vida diaria, tales como comer, desplazarse, vestirse o cuidar el aseo persona. “Para ello, disponemos de test que nos ayudan a valorar si realmente una persona es frágil o no. Se trata de un cuestionario sobre las actividades básicas de la vida diaria donde puntuamos de 0 a 100”, expone Díez.

El papel de las enfermeras es fundamental. Se encargan del paciente durante todas las etapas de la vida. “Además, la mayoría de las veces tienen alguna enfermedad crónica, por lo que los vemos mucho más y tienen más confianza en nosotros. Esto no quita que seamos un equipo multidisciplinar y estemos coordinados con ayuntamiento, servicios sociales, Hospital de Getafe…”, comenta la enfermera.

Plan de cuidados

También se valora de forma sistemática el riesgo de sufrir caídas con el objeto, fundamentalmente, de evitar que éstas se produzcan. Para ello se utilizan pruebas de ejecución que miden la velocidad de la marcha, el equilibrio y la capacidad que tiene la persona mayor para levantarse de una silla. En función de los resultados de estos cribados, las profesionales de enfermería establecen un plan de cuidados personalizado para potenciar la autonomía del mayor, revertir situaciones de fragilidad y frenar el avance de un posible deterioro funcional. “Hay que recordar que la fragilidad siempre es un estado reversible. Con nuestras actividades podemos revertirlo, retrasarlo lo máximo posible o, incluso, conseguir que no aparezca”, afirma Díez.

Equipo multidisciplinar

Con carácter general, estas intervenciones se realizan aprovechando que los pacientes acuden a su consulta o a la de otro profesional, o bien lo hacen a través de la captación activa y búsqueda de aquellos que no tienen realizadas las pruebas. Cuentan para ello, con la participación de médicos de familia, fisioterapeutas, administrativos y otros profesionales de los Equipos de Atención Primaria, y con la implicación del entorno familiar, que contribuye a que la persona mayor se sienta apoyada en estas revisiones y en los cuidados posteriores que precise. “La acogida está siendo muy buena y los resultados muy positivos. La verdad que el boca a boca también funciona bien, y cuando se enteran de que un amigo o un vecino ha acudido a un taller de memoria, por ejemplo, tienen envidia y vienen a apuntarse también”, argumenta la enfermera. Cada cierto tiempo las enfermeras analizan los datos, “y, si vemos que algo no está funcionando hacemos una captación activa de pacientes para conseguir así tener a todos vigilados”, puntualiza.