Los incendios que han arrasado los bosques de España han copado los telediarios, los titulares y las publicaciones de las redes sociales este verano. Lo mismo pasó con la DANA que asoló la Comunidad Valencia el pasado mes de octubre de 2024, o con cada víctima mortal del calor cada vez más insoportable de la época estival. Habitamos un planeta en el que los desastres naturales están a la orden del día y, muchas veces, la exposición constante a estos eventos, y esa sensación de no poder hacer nada desde nuestra individualidad, desembocan en la denominada ecoansiedad.
Cuando hablamos de ecoansiedad lo hacemos de un término reciente que describe el miedo y la preocupación persistente frente a la crisis climática global. Es un malestar que aparece por la observación constante de desastres naturales, como pueden ser los mencionados. Teresa Franquesa Codinach, ambientóloga, doctora en Ciencias Biológicas y autora del libro ‘Cambio climático y ecoansiedad’, explica que este malestar “no es una enfermedad ni un trastorno clínico, sino una respuesta normal y comprensible
ante una amenaza”.
Los eventos extremos meteorológicos, cada vez más frecuentes en nuestro entorno, refuerzan esa sensación de amenaza, pues estas manifestaciones del cambio climático “nos recuerdan la urgencia del problema y aumentan nuestra conciencia y preocupación por su impacto en las personas y en el entorno”.
Rubén Chacón-Cabanillas, enfermero especialista en Salud Mental y miembro de la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (Aeesme), reitera la importancia de identificar que la ecoansiedad “no es una patología en sí misma, sino una respuesta a una amenaza global”. Es por esto, explica, que nos encontramos ante una forma de ansiedad “existencial y colectiva”.
Impacto en la salud
Aunque esta reacción ante los efectos del cambio climático no se considera un trastorno, sí puede tener repercusiones para la salud mental. Chacón-Cabanillas comenta que esta preocupación puede derivar en síntomas como ansiedad generalizada o crisis de angustia, estrés, tristeza, irritabilidad o cambios del estado de estado ánimo. También puede traducirse en culpa, impotencia
o dificultad para concentrarse.
Tal como explica la enfermera Bárbara Rojo en su trabajo ‘Cambio climático y salud mental. Perspectiva enfermera’, hay varios estudios que han reflejado esta problemática. Por ejemplo, una investigación finlandesa de 2019 recogió que el 25% de la población reconoció tener síntomas de ansiedad relacionados con cuestiones climáticas; en la horquilla de edad de 15 a 20
años, el porcentaje aumentaba a más del 33%. Por otro lado, un estudio de la American Psychologycal Association reflejó que el 47% de los jóvenes entre 18 y 34 años manifiesta tener estrés derivado por el cambio climático, y que esto tiene un impacto en su vida diaria.
En una sociedad en la que impera la infoxicación, el uso de redes sociales puede ser el desencadenante de este tipo de sintomatología, pues la exposición constante a noticias alarmantes puede intensificar el malestar. “Racionar el tiempo en redes y seleccionar cuidadosamente las cuentas que seguimos ayuda a mantenerse informando sin quedar atrapado en la sobreexposición”, asegura Teresa Franquesa Codinach.
Visión enfermera
Para paliar esta posible sintomatología y tener herramientas para poder sobrellevar el malestar, la enfermera es una figura que se posiciona como agente de salud clave. “Las enfermeras desempeñan un papel fundamental en el acompañamiento de personas que experimentan ecoansiedad”, indica Rubén Chacón-Cabanillas, que asegura que estas profesionales pueden ayudar desde distintos prismas.
Por ejemplo, son esenciales a la hora de realizar una detección temprana de los signos y síntomas tanto desde una consulta de Atención Primaria como desde la consulta especializada de Salud Mental. “Esto incluye identificar factores de riesgo y prestar especial atención a grupos vulnerables como jóvenes, o agricultores y pescadores; personas que tienen un contacto muy directo con el medio natural”, asegura el enfermero.
Asimismo, las enfermeras son un pilar fundamental si hablamos de acompañamiento terapéutico, pues pueden ofrecer espacios de escucha activa donde se expresen las emociones e ideas sin sentir vergüenza. “Esto es clave para aliviar la angustia, el miedo o
la impotencia que muchas veces va ligada a la ecoansiedad”, puntualiza el profesional.
Además, pueden enseñar técnicas de regulación emocional. “Las enfermeras también pueden ayudar a canalizar la ansiedad hacia acciones positivas y constructivas”, remarca el enfermero, una idea que coincide con la visión que tiene la bióloga y ambientóloga, que además aboga por el abordaje colectivo. “Conectar con otros, cuidar de uno mismo y unirse a la acción colectiva ayuda a transformar la preocupación en acción”, indica.
Para que las enfermeras tengan herramientas y conocimientos para poder detectar síntomas y acompañar a los pacientes, necesitan unos conocimientos que deben empezar desde las primeras piedras de su formación. La enfermera Barbara Rojo asegura en su estudio que se deberían incluir asignaturas dentro de los programas formativos de Enfermería como ‘Enfermería de la infancia y adolescencia’, ‘Enfermería clínica’ o ‘Enfermería del envejecimiento’.
Conocimientos actualizados
Más allá de la época de formación universitaria, la enfermera recalca que las profesionales que ya están ejerciendo “tienen el deber de mantenerse actualizadas en el conocimiento acerca del cambio climático y su influencia en la salud de las personas”. “Sólo a través de la adquisición de conocimientos sobre la materia, las enfermeras podrán hacer llegar, a los individuos y comunidades, los importantes efectos del cambio climático en su salud”, pone de manifiesto.
El cambio climático, más allá del tema que ahora nos atañe, tiene un impacto directo en la salud. Y la ecoansiedad, asimismo, repercute en la salud física de la población. Explica Rubén Chacón-Cabanillas que, por un lado, el cambio climático aumenta la frecuencia de incendios y sequías, “lo que aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias, renales y circulatorias”.
En general, se pueden detectar síntomas físicos como tensión muscular, dolores de cabeza, molestias gastrointestinales, fatiga permanente o alteraciones del sueño. “La enfermería cumple una importante función en la evaluación de los contextos medioambientales donde viven las personas, de los riesgos existentes para la salud y de aquellas necesarias para corregirlos
y proteger su salud”, desarrolla en su estudio Bárbara Rojo.
Políticas medioambientales
Además del papel enfermero en el trato directo con un paciente que sufre ecoansiedad, estas profesionales tienen otro camino en el que son decisivas para marcar la diferencia. Hablamos de la inclusión de enfermeras en los equipos multidisciplinares que estén enfocados en la creación de protocolos y políticas para cuidar el medioambiente. “Que las enfermeras colaboren en políticas de salud pública, diseñen intervenciones que aborden tanto los aspectos ambientales como psicológicos o lideren campañas de
sensibilización que promuevan la acción colectiva pueden ser ‘antídotos’ ante la ecoansiedad”, asegura el enfermero experto en salud mental.
Una idea que refuerza Barbara Rojo, que en su estudio asegura que el conjunto de profesionales de enfermería “debe formar parte activa y proactiva en el desarrollo de políticas locales, nacionales e internacionales que tengan como prioridad atender las consecuencias perjudiciales del cambio climático en la salud”. Además, el estudio enfermero remarca la importancia de que las enfermeras dirijan su capacidad investigadora hacia la preservación del entorno.
“Las enfermeras tienen capacidad de entender de una manera más científica y precisa los efectos del cambio climático en la salud y cómo abordarlos”, asegura. Rubén Chacón-Cabanillas lo resume: “Queda patente que las enfermeras, gracias a su cercanía con la población y su visión holística del cuidado, están en una posición única para transformar la ecoansiedad en un motor de cambio”.



