GEMA ROMERO.- Entrar en una UCI es hacerlo en otro mundo. Pitidos constantes marcando el ritmo cardiaco, bombas de oxígeno proporcionando aliento a los pacientes, luz brillante por todas partes y el olor a antiséptico, desinfectante y gel hidroalcohólico que se mezcla con el corporal, extraño sin llegar a ser desagradable. Hacerlo en una UCI-COVID es, sin embargo, como entrar en un módulo lunar, pues a todo lo anterior se añade el trabajo continuo con trajes EPI, gafas, pantallas y doble mascarilla allá donde mires.

A los enfermeros acostumbrados a trabajar aquí todavía les sorprende que haya una UCI entera, 12 cubículos individuales, todos dedicados a una misma patología. De aquí han desaparecido las patologías coronarias, los ictus, los accidentes de tráfico… Ahora todo son problemas asociados al COVID-19: neumonía bilateral, problemas respiratorios, neurológicos… y hay que estar muy preparado para prestar los cuidados que precisan pacientes que pueden pasar intubados y encamados más de dos meses.

“En la primera oleada, en marzo, se nos desbordó el hospital. Tuvimos que tirar de profesionales de quirófano, de Urgencias, de distintas unidades del hospital que no tenían la formación necesaria para trabajar en unidades de cuidados intensivos”, cuenta Pilar Ramos supervisora de la UCI médica del Hospital Puerta de Hierro (Madrid). Lo mismo pasó en casi todos los hospitales no sólo de España, sino de toda Europa. Fue un momento de emergencia sanitaria. “Tanto la sociedad europea de cuidados intensivos, como las sociedades nacionales lanzaron una serie de recomendaciones sobre cómo trabajar con estos profesionales no preparados, para que por cada enfermero no especializado hubiera uno que sí tuviese especialización en este campo y que pudiera supervisar y ayudar a estos compañeros”, explica Manuel Camas, enfermero de la UCI de Puerta de Hierro.

Sin embargo, eso sólo era un parche. “No todos los enfermeros valemos para todo. El enfermo crítico necesita un mínimo de competencias y una serie de enfermeros formados”, subraya Ramos. Por ello, la Unión Europea, consciente de que las UCIs europeas no pueden volver a soportar no estar preparadas una segunda vez, puso en marcha en septiembre de 2020 el programa C19-Space, en colaboración con la Sociedad Europea de Medicina de Cuidados Intensivos (ESICM, por sus siglas en inglés), para capacitar a médicos y enfermeros que habitualmente no trabajan en unidades de cuidados intensivos con un mínimo de habilidades para atender con seguridad a estos pacientes y proporcionar a todos los ciudadanos europeos los mejores cuidados posibles.

Se pretende tener una segunda línea de ataque del COVID

Como explicaba Jozef Kesecioglu, presidente de ESICM en la presentación de este programa, financiado íntegramente por la Comisión Europea, “se trata de promover el concepto de un ejército de profesionales sanitarios en Europa para luchar contra el COVID-19 en el que vamos a dar un entrenamiento de choque a un equipo multidisciplinar de profesionales sanitarios para que puedan dar soporte y asistir en unidades de cuidados intensivos. Un programa acreditado y certificado con créditos CNE y CME para enfermeras y médicos”.

La formación

El programa C19-Space incluye formación online inmersiva, a través de realidad virtual, y herramientas educativas adaptadas y traducidas a los idiomas de cada uno de los Estados miembros de la Unión Europea. En total, son 16 horas online teóricas y 6-8 horas presenciales en base a prácticas con casos clínicos interactivos y experiencias de realidad virtual. Como explica Manuel Camas, que se encarga de la formación en el hospital Puerta de Hierro, “se trata de un programa que se adapta a cada uno, a su ritmo y disponibilidad. La fase online son una serie de módulos que se tienen que ir completando y en la parte presencial mezclamos el face to face con la realidad virtual, una novedad derivada de la pandemia, para adaptar la formación sin que sea necesario ni complicado juntar grupos”.

Todo el material, los vídeos, módulos, cuestionarios… han sido elaborados por la ESICM y aunque es común a toda la Unión Europea, permite su adaptación a la realidad de cada país. Además, las gafas de realidad virtual y la plataforma de acceso a los contenidos los proporciona la organización.

La difusión se ha realizado a través de las sociedades científicas de cuidados intensivos, en el caso de enfermería, de la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Críticas (SEEIUC) y a él se han adherido más de 170 hospitales públicos y privados de España.

Desde el Puerta de Hierro, cuando se unieron al programa, “en un primer momento lo enfocamos a las unidades que eran más susceptibles que nos cedieran algún enfermero en el caso de que lo necesitáramos, como Neumología, que conocen cómo son los pacientes respiratorios, también a los compañeros de las unidades de Quirófano, etc. Al final lo que pretendimos es que las unidades que habitualmente trabajan con nosotros, o que tienen algún tipo de contacto con estos pacientes se formaran y tuvieran todos los conocimientos necesarios. Posteriormente, hemos ampliado la difusión a todo el hospital, a través de la app, para que se apunten todos los enfermeros que quieran formarse en unidades de cuidados intensivos”, cuenta la supervisora de la UCI.

Con ello, “lo que se pretende es tener una segunda línea de ataque, para que, si no pudiéramos soportarlo con los enfermeros que hay actualmente en la UCI, que somos pocos con experiencia, tuviésemos ese margen de poder tirar de alguien con cierto conocimiento, que no les suene a chino todo lo que les estamos contando, que sepan manejar un paciente crítico y con el soporte completar esos cuidados. De esta forma no se cometen errores que se podrían cometer sin ningún tipo de conocimiento, con lo que también se da una mayor seguridad al paciente”, subraya el responsable de la formación.

“Aquí aprenden, desde lo más básico, porque se explica anatomía y fisiología de la respiración, el aparato respiratorio, cómo utilizar un ventilador mecánico, se habla de la hemodinámica de este tipo de pacientes. No se tratan todas las patologías que se pueden recibir en una UCI, pero sí las principales complicaciones que tienen estos pacientes COVID y cómo resolverlas: respiratorio, circular, neurológico… Se les explica la ventilación mecánica pero la punta del iceberg de lo que es. Se les explica cómo resolver alarmas, cómo manejarlas, qué problemas surgen de la ventilación mecánica y cómo evitar un problema muy común como es la neumonía asociada a la ventilación”, narra Campos. “Es dotarles -añade Pilar Ramos – de las competencias mínimas para trabajar en las unidades de críticos y que sepan detectar la gravedad de los pacientes”.

Al finalizar la formación reciben el “Pasaporte UCI”

Con ello no adquieren todas las competencias necesarias para trabajar en una unidad de críticos, pero al menos pierden el miedo. Así opina Andrés Fernández, enfermero y alumno del curso, cuya única experiencia en UCI, antes de trabajar aquí con uno de los denominados contratos COVID, había sido durante las prácticas de la carrera, para quien “la formación te da una tranquilidad a la hora de las técnicas e incluso de enfrentarte a cualquier situación. Cuando no la tienes estás más desamparado, pero cuando te vas formando lo enfrentas todo con otro ánimo, más confiado y seguro”, destaca.

Una vez finalizada la formación los participantes recibirán lo que se ha venido en llamar “Pasaporte UCI”, que habilita para trabajar en estas unidades en toda la Unión Europea con capacidades de UCI de alto nivel ante posibles aumentos repentinos de pacientes. De hecho, tal ha sido el éxito del programa, que la Unión Europea ha decidido prorrogarlo de manera indefinida, mientras sea necesario, pues su duración inicial se había establecido en 6 meses.

Escasez de enfermeras

Toda esta situación parte no sólo de un exceso de demanda, provocada por la larga estancia de los pacientes COVID en UCI, sino también de la alarmante escasez de enfermeras formadas y preparadas para ejercer su labor en unidades de críticos. De hecho, un reciente estudio elaborado por el Consejo General de Enfermería revela que, en un escenario pesimista de evolución de la pandemia, nuestro país requeriría de cerca de 14.000 enfermeras (13.426) más en las UCIs para poder dar respuesta a una posible ocupación total de las camas disponibles.

La investigación también refleja que en un panorama intermedio -con un 60 por ciento de ocupación de las camas UCI- se requerirían entre 7.600 y 9.166 enfermeras para poder atender a los pacientes. Si la pandemia evolucionara mejor de lo previsto, con una ocupación de camas de un 30%, se necesitarían entre 4.500 y 6.000 enfermeras, según refleja el estudio. A 12 de febrero el porcentaje de camas UCI ocupada por estos pacientes, según los datos del Ministerio de Sanidad, superaba el 17%.

Como explica Marta Raurell, presidenta de la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Críticas, “la mitad de las UCIs en España tiene una ratio de una enfermera por cada dos pacientes. En el resto hablamos de ratios de una enfermera para tres pacientes o tiene escenarios muy variables. En otros países europeos, tomemos como ejemplo Reino Unido, la ratio normal es 1 paciente para cada enfermera, pero la situación actual de pandemia de COVID las recomendaciones internacionales establecen una relación de dos enfermeras para cada paciente ingresado en Cuidados Intensivos por esta causa”.

“Esto no es la solución definitiva a la falta de enfermeras”

Cuando se habla de incrementar la capacidad de atención en estas unidades “no sólo consiste en aumentar el número de camas, respiradores u otras infraestructuras. Se necesitan profesionales para atender adecuadamente a estos pacientes y es importante advertir que una enfermera de Cuidados Intensivos no se forma de la noche a la mañana. Mediante algunas iniciativas somos capaces de dar una respuesta inmediata y paliar, en la medida de lo posible, la presión asistencial, pero no olvidemos que son parches. Se hace preciso una adecuada planificación en la que se cuente con expertos”, afirma Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.

Aunque desde el CGE se valora positivamente que las sociedades científicas estén formando a más enfermeras para atender las UCIs, “esto no es la solución definitiva porque estamos quitando 4.000 enfermeras de otros servicios hospitalarios teniendo en cuenta el déficit de enfermeras que arrastra nuestro país, por lo que quedarán puestos vacíos en otros servicios. La solución es que, de una vez por todas, se acabe con nuestras bajísimas ratios enfermera/paciente y eso pasa por aumentar considerablemente los presupuestos dedicados a Sanidad en la Estado y las Autonomías”, destaca Pérez Raya.