ALICIA ALMENDROS.- Mientras la población española espera pasar de fase semana a semana, los sanitarios no descansan en su lucha contra el COVID-19. Porque hay que recordar que esto todavía no se ha terminado. Una vez que han descendido los casos toca preparar la desescalada en los hospitales. “Ya tenemos unidades vacías. Primero escalamos y ahora estamos desescalando. Primero quitamos todo lo sucio y hemos limpiado todo, dejando la unidad preparada por si hubiera un repunte y fuera necesario usarla. Se han limpiado de arriba abajo, venía la UME y después volvíamos a limpiar”, explica Maribel Carrión, directora de Enfermería del Hospital de Getafe (Madrid). En su hospital el aislamiento de las diferentes unidades COVID ha sido clave. “Durante el pico de la pandemia, fuimos ampliando unidades a medida que se fue necesitando y las aislábamos completamente con tabiques de pladur. De tal manera que el personal que trabajaba en esas zonas se moviese libremente por la unidad sin tener que estar cambiándose de EPI constantemente. Ha sido duro, sobre todo para las enfermeras, estar con esos trajes todo el turno, pero era una forma de evitar que se cambiasen constantemente”, añade Carrión. El gimnasio de este centro también se usó para atender a estos pacientes. “Ahora que está vacío estamos aprovechando para poner tomas de oxígeno y mejorar las instalaciones, por si hiciese falta de nuevo”, apunta.

Aumento de camas

Camas montadas, ordenadores conectados y circuitos de oxígeno preparados. Todo está listo por si hiciera falta. Esta vez toda la maquinaria está preparada. En el primer brote el volumen de pacientes hizo a todos los hospitales aumentar camas de manera vertiginosa. En el hospital de Getafe pasaron de 409 camas a 622. En el Hospital Puerta de Hierro de Madrid las duplicaron, convirtiendo las 613 en 1.200. “Nosotros inicialmente contábamos con una serie de facilitadores en nuestro centro que han hecho esta situación mejor. Teníamos habitaciones individuales y eso ha favorecido, sin duda, el crecimiento”, expone Almudena Santano, directora de Enfermería de este hospital.

Aquí los peores momentos tuvieron lugar la última semana de marzo y la primera de abril, “a partir del 22 de abril empezamos a notar ese descenso y hemos podido cerrar espacios que habíamos puesto en marcha”, comenta. Y es que en el pleno pico de la pandemia en el hospital Puerta de Hierro “construimos nuestro Ifema particular. El antiguo archivo con 2.000 metros cuadrados se convirtió, en seis días, en un espacio que permitió que albergáramos 90 camas, de las cuales 20 eran de atención al paciente crítico”, añade. Ahora, con la desescalada Santano asegura que “lo tenían muy claro. De la misma manera que pudimos tener dos circuitos desde el primer día bien diferenciados para poder atender a paciente COVID y no COVID, una vez que hemos cerrado algunas zonas hemos tomado la decisión de dejarlo en suspenso o en stand by para dar respuesta si fuese necesario”.

El primer paciente que llegó al Hospital Carlos III de Madrid fue el 24 de febrero. “Pensábamos que con la contención del Carlos III tendríamos suficiente pero unos días más tarde estábamos abriendo camas en La Paz”, explica Esther Rey, directora de Enfermería del Hospital La Paz de Madrid. A partir de ese momento, hubo que reorganizar todo. “Aunque parecía que todo se hacía de un día para otro, íbamos muy coordinados. Abrimos unidades nuevas para trasladar a pacientes que no eran positivo y aislarlos del resto, reorganizamos la reapertura de plantas, vaciamos un gimnasio de 650 metros cuadrados en una mañana. Le liberamos entero y empezamos a pintar en el suelo la distancia entre camas… Nos reunimos varias veces en el salón de actos, para guardar la distancia, con el personal para pedir la colaboración de todos. Esto es la guerra y necesitamos la ayuda de todos les dije. Posteriormente una enfermera me comentó que tras escuchar mis palabras era imposible no dar un paso al frente”, recuerda Rey.

La posibilidad de una segunda oleada está en la mente de todos los sanitarios, “hemos dejado zonas habilitadas por si hubiera un repunte. Y por supuesto hemos generado dos circuitos de urgencias para paciente COVID y no COVID. A todos los ingresos que se hacen en el hospital, sea por urgencias o por hospitalización, se les hace la PCR para derivarlos a un circuito o a otro. Incluso tenemos una zona llamada de vigilancia epidemiológica para aquellos que, a pesar de dar negativo, tenemos alguna sospecha y pasan a esa unidad. En la zona de quirófanos hemos dejado también un área preparada por si hiciera falta para los pacientes críticos. Y, además, hemos dejado dos unidades nuevas que creamos: una en el hospital de día y otra en la zona de URPA. Hemos cambiado totalmente nuestra forma de pensar y de hacer”, resalta.

Desinfección

Montar una planta COVID ahora es fácil, que ya saben cómo hacerlo, pero la marcha atrás tiene que estar muy medida para no dar un paso en falso. “Volver una unidad limpia para que sea usada por pacientes que no tienen coronavirus no es sencillo. Hay que hacer una limpieza en profundidad”, señala la directora de Enfermería de La Paz.

En el Hospital Reina Sofía de Córdoba también van a mantener zonas en urgencias, hospitalización y UCI para pacientes positivos o sospechosos, y además “vamos a establecer consultas telemáticas en aquellos casos en los que sea posible. En las consultas presenciales se mantendrán las distancias en las salas de espera y se facilitarán tanto mascarillas como gel hidroalcohólico, tanto a profesionales como a pacientes. Nos estamos adaptando para desarrollar una nueva fórmula en el desarrollo de la asistencia sanitaria que nos permita ofrecer una asistencia de calidad sin poner en riesgo la salud pública”, explica Rocío Segura, directora de Enfermería del centro. Además, “estamos realizando test de anticuerpos (para despistaje de infección) a todos los pacientes que se someterán a intervenciones quirúrgicas, partos o procedimientos diagnósticos invasivos para conocer su nivel de inmunidad frente a la enfermedad. Esto nos da seguridad en cuanto al manejo del paciente”, apunta.

Si hubiera una nueva oleada, los protocolos ya están establecidos, “y nos pueden ayudar a dar una respuesta inmediata. Conocemos los circuitos que debe seguir cada paciente y cómo debemos atenderlos. El análisis diario de la situación nos da una idea de la previsión a la que debemos enfrentarnos”, expone Segura.

Desconocimiento

Al tratarse de un virus desconocido el abordaje no ha sido fácil. “Este fue nuestro principal problema. Eso sumado a que los protocolos se modifican casi a diario desestabilizaba bastante. Hubo que hacerlo todo de cero, nunca vivimos una pandemia y no sabíamos cómo hacerlo, pero fue empezar y por inercia todo salía. Cambiamos tantas veces como fue necesario y lo aceptamos, aunque ello nos producía bastante incertidumbre y lógicamente miedo al contagio, a llevarlo a nuestras familias”, asegura Gloria Herias, directora de Enfermería del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). “De estos días destaco, sobre todo, el espíritu humano del personal de enfermería. Fue espectacular cómo se volcaron con los pacientes en darles ánimo, cariño, comunicarlos con las familias e incluso en muchas ocasiones intentar sustituir la carencia de su familia en el hospital. Hubo escenas verdaderamente emotivas”, recuerda Herias.

En el HUCA, el primer paciente llegó el 28 de febrero, pero ya estaban preparados. “Nuestra primera reunión del equipo directivo para tratar este tema fue el 11 de febrero y ese mismo día decidimos que íbamos a utilizar una unidad de hospitalización y una de UCI para estos pacientes. Cuando llegó el primer paciente no nos cogió por sorpresa. Esto nos permitió, organizativamente, ir siempre por delante del número de pacientes que nos iban llegando.  Llegamos a tener cuatro plantas COVID y 3 PRE-COVID, pero no tuvimos que incrementar el número de camas de hospitalización”, explica la directora de Enfermería. Ahora están organizando la vuelta a la normalidad “de una forma más lenta porque hay que seguir teniendo respeto al coronavirus. No desapareció, sigue con nosotros y seguirá para siempre”, afirma. “Estamos estableciendo circuitos de entrada y salida con screning a la entrada del centro con el consiguiente lavado de manos y uso de mascarilla y toma de temperatura a todo usuario que entra por la puerta y citando a los pacientes por tramos horarios, de acuerdo con la capacidad de las salas de espera, guardando la distancia de seguridad de 2 metros. Es decir, estamos adaptando los protocolos del Ministerio y del Servicio de Salud del Principado de Asturias a nuestro hospital de manera muy rigurosa para evitar posibles contagios. Además, vamos a dejar dos unidades de enfermería y de UCI preparadas, por si hiciera falta volver atrás”, apostilla.

Repliegue en fases

En el Hospital Lucus Augusti de Lugo hicieron un despliegue al inicio de la pandemia basado en fases. “Se iba progresado a medida que se incrementaba el número de pacientes y su situación teniendo en cuanta la afluencia a urgencias, ingresos hospitalarios, ingresos en UCI y situación de Atención Primaria. Ahora, en la desescalada lo que estamos haciendo es replegar y regresando poco a poco a la fase inicial. Volvemos a lo que se hoy se conoce como la nueva normalidad, volviendo a iniciar la actividad quirúrgica, ambulatoria…”, argumenta María Jesús Pérez Taboada, directora de Enfermería de este hospital. “Si tuviéramos que volver atrás tendríamos el aprendizaje. Los circuitos, recursos y estructuras están definidas. Pero lo más importante es estar alerta, no relajarnos pensando que esto se ha acabado. Debemos actuar precozmente ante cualquier signo de alarma, de tal manera que nos permita aislar a los pacientes con el virus y evitar su diseminación. Hay que hacerlo poco a poco e intentando mantener las medidas higiénicas y de seguridad respiratoria para evitar una posible recaída. Pienso que tardaremos en volver a la situación de partida”, señala Pérez Taboada.

En este centro no fue necesario aumentar el número de camas de UCI, aunque sí en hospitalización, donde tuvieron que destinar tres unidades a pacientes COVID. “Tuvimos la suerte de que la pandemia llegara unos días más tarde de lo que llegó a Madrid, o a otras áreas más castigadas, lo que nos permitió prepararnos y ultimar algunos detalles que nos ayudaron. Seguíamos a los pacientes con telemedicina, lo que nos permitió incluir a pacientes COVID positivo en seguimiento domiciliario (350 pacientes) a través de una plataforma del Servicio Gallego de Salud, que se comunica directamente con la historia clínica del paciente, lo que permitía detectar cualquier alteración de paciente que pudiera indicar un empeoramiento y en cuyo caso se actuaba muy rápido, hospitalizándolo e iniciando tratamiento precoz. Este seguimiento era realizado por un equipo de 10 enfermeras”, resalta.

Población envejecida

La población envejecida ha sido una de las más castigas en nuestro país, en cambio en Lugo no ocurrió eso. “Habitualmente contamos con paciente mayores en nuestra área ya teníamos un programa de seguimiento de las residencias de mayores, por parte de geriatras y enfermeras gestoras. Esto influyó en la reducción de la morbimortalidad y en que seamos una de las provincias de España con una de las tasas de letalidad más baja”, comenta la directora de Enfermería. Como ocurre en otros centros van a seguir teniendo unidades COVID: “este virus vino para quedarse, al menos mientras no haya vacuna, por lo que, aunque el número de casos se reduzca va a haber un número de pacientes que seguirá ahí. Aislarnos de los otros pacientes será fundamental para evitar la dispersión del virus entre la población”, puntualiza.

Descarte

Cataluña junto con Madrid han sido las dos zonas más afectadas por este virus. Ahora la cosa está más tranquila pero no bajan la guardia. “Ahora trabajamos un poco al revés que los primeros días. Antes buscábamos el virus ante la sospecha de síntomas para un posible descarte y ahora los buscamos en cualquier paciente que ingresa al hospital pese a estar asintomático. Hacemos un descarte para evitar cualquier tipo de riesgo. Se hace tanto al paciente que ingresa para una intervención como al que viene a urgencias. Además, vamos aumentando la actividad en otras áreas. Estamos reorganizando todos los espacios: las salas de espera para que se mantenga la distancia, las consultas para que sean puntuales, controlamos la duración de las pruebas…”, explica Mari Angels Barba, directora de Enfermería del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona.

En este hospital como en otros están dejando zonas preparadas por si hubiera un brote nuevo. “Tenemos áreas listas, con todo el equipamiento en tres niveles: críticos, hospitalización y urgencias. Esto se va a dejar así por si fuera necesario”, comenta Barba. “Tenemos unos protocolos definidos y ahora está todo monitorizado, por lo que creo que la detección sería más rápida. Al menos dentro del hospital. A nivel social vamos a ver qué pasa… Estamos más relajados porque cada vez vamos a menos y esto quiere decir que la pandemia va por el camino que dicen los epidemiólogos”, prosigue.

Personal

La contratación de personal durante estos dos meses ha aumentado mucho, pero, además, los hospitales han hecho una labor importante de reorganización de plantilla. “Las enfermeras de consultas externas pasaron a hospitalización, las de quirófano a las unidades de críticos… Ahora, esto está volviendo a la normalidad. Y en el caso de que hubiera un repunte, tomaríamos las mismas medidas. Con el personal contratado queremos planificar los días de vacaciones y en caso de una nueva oleada volveríamos a usar a las mismas personas. De momento todo el mundo está trabajando”, señala la directora de Enfermería del Vall d’Hebrón. “La verdad es que esto ha supuesto un aprendizaje muy importante. Los sanitarios y la sanidad pública han estado dispuestos a todo. El trabajo en equipo ha sido impresionante. Todos han dado el 200 por cien y han trabajado de forma muy solidaria. Y esto ha sido en todo el sistema, porque hemos tenido mucha colaboración entre primaria, lo público y la gestión privada. Incluso en la parte de los hoteles. Como se ha trabajado en equipo creo que es con lo que nos tenemos que quedar y espero que tengamos memoria duradera”, apostilla Barba.

En el Hospital Puerta de Hierro siguen contando con el personal contratado, “de momento se van a seguir manteniendo y eso nos va a permitir no sólo dar días libres, que lo necesitan, sino tener los recursos necesarios en caso de que se requiera para dar respuesta a un posible nuevo brote”, relata la directora de Enfermería del centro.

Preparadas, pero cansadas

El papel de las enfermeras está siendo fundamental. “Han tenido que adaptar todos sus protocolos y sus formas de actuar a una situación nueva porque no había visitas de familiares, porque tenían que atender de forma diferente, han tenido que reagrupar tareas… y, además, poner en marcha todos los circuitos en tiempo récord”, comenta Santano. “Si tuviera que volver a actuar estarían preparadas, pero también están muy cansadas. Hay que recordar que la cara amarga de esta pandemia ha sido el estrés, el miedo…”, añade.

“Pese a número de días que llevan acumulados serán capaces de dar el 200 por cien, porque va con nuestra profesión y lo haríamos, pero evidentemente desde la gestión tendríamos que poner medidas para que el cansancio acumulado no hiciera mella y no afectara a los profesionales”, sostiene la directora de Enfermería de Vall d’Hebrón.

Han sido meses agotadores “en los que no daba tiempo a pensar en uno mismo. No podíamos bajar la guardia. Hemos vivido en una montaña rusa de emociones”, apunta la directora de Enfermería de La Paz. “Nos quedamos sin vacaciones, sin permisos y no había problema, porque estábamos a lo que teníamos que estar que era cuidar a los pacientes”, añade la directora de Enfermería del HUCA.

Experiencia

En toda esta crisis sanitaria, ha quedado constancia de que la parte humana de la enfermería ha sido clave, “el trabajo que han hecho con los pacientes, cómo han sabido responder, cómo lo han transmitido a la gente de fuera y a la vez cómo han cuidado a sus familias en casa con el miedo de contagiarles”, afirma la directora de Enfermería de Getafe.

Almudena Santano vivió también el 11M y recuerda que para ella en aquel momento “lo más sorprendente fue cómo los pacientes se levantaban para empujar sus camas y dejar espacio a los que llegaban. En esta crisis el elemento esencial ha sido el personal, sin él no hubiera sido posible, y una parte importante han sido las enfermeras. Cuando veo una película siempre me gusta quedarme hasta el final para ver los créditos, y en esta película lo más importante de todo han sido los créditos, las personas que han hecho esto posible”.

Ahora, dos meses después de que estallase la pandemia en nuestro país, estos nuevos espacios COVID apagan sus lucen. Esperemos que no sea sólo de manera temporal y sea para siempre.