ÁNGEL M. GREGORIS.- El Hospital La Paz, de Madrid, cuenta ya con la primera unidad de terapia no farmacológica para niños enfermos de cáncer, que combina la investigación científica con el ejercicio físico de precisión. Inaugurada el pasado mes de marzo, la llamada Aceleradora Unoentrecienmil busca mejorar la calidad de vida de los pacientes a través de un programa individualizado de ejercicio para cada paciente. Además, acaba de lograr el premio de la Fundación Mapfre a la Innovación Social.

Este nuevo servicio estará pautado por los oncólogos del hospital y se suma a los tratamientos convencionales de los pacientes pediátricos oncológicos como una terapia complementaria. Tras la prescripción, un equipo multidisciplinar se encarga de que todo salga según lo previsto, y las enfermeras tienen un papel clave en este aspecto.

Ayudar y coordinar

En este sentido, las enfermeras del hospital se encargan de ayudar y coordinar el día a día con la terapeuta y la investigadora de la unidad, que se encuentran físicamente durante toda la jornada en la aceleradora.

“Hay muchos niños que nos piden bajar al gimnasio, pero tiene que pautarlo el oncólogo. Lo que sí hacemos nosotras es estar pendientes y vigilar el estado de los menores. Cuando vemos que les hace falta moverse de la cama, sí que podemos contárselo al médico y sugerirle que lo pauten”, explica Teresa Alvarez, supervisora de la Unidad de Hematoncología pediátrica de La Paz.

Una vez que los niños bajan a la unidad, durante la terapia pasan por tres zonas diferenciadas. En primer lugar, la zona de activación, en la que se realiza un calentamiento previo a la parte principal de la sesión. Es en este momento en el que se activa al paciente con elementos relacionados con el deporte y el juego.

Ejercicio dirigido

A continuación, pasan a la zona de ejercicio dirigido, que tiene máquinas de gimnasio seleccionadas para que puedan utilizarlas pacientes de diferentes edades y estaturas. En este lugar se evalúa el nivel de fuerza muscular para después utilizar estos datos para planificar el programa adaptado al paciente.

Por último, en la zona de laboratorio, se hace la toma de medidas de los menores para la valoración del estado de salud cardiovascular del menor y recogida de datos para su análisis. Allí abajo les espera la fisioterapeuta encargada de la Aceleradora, Rocío Llorente, que considera importantísimo llevar a cabo programas como este. “Se está viendo como esta terapia disminuye los efectos secundarios tanto de los tratamientos químicos como de los problemas que conlleva estar mucho tiempo encamado”, subraya Llorente.

Expliaciones

Asimismo, pone en valor el gran trabajo de ayuda que les brindan las enfermeras: “Son ellas las que se encargan de decirnos si el niño puede bajar ese día y nos explican cómo se encuentra para que así adaptemos la terapia según el momento. En definitiva, son nuestra vía de comunicación directa y son imprescindibles en nuestro trabajo diario”.

Para ella, “es una pasada” ver cómo avanzan el día a día y cuenta con emoción cómo muchos de los niños y niñas se levantan con ganas de bajar. “Mejoran mucho a nivel cognitivo y emocional, les supone un revulsivo ver cómo van mejorando y cómo son capaces de hacer cosas como subir y bajar escaleras, que antes no podían”, destaca.

Por su parte, Carmen Fiuza, investigadora principal del proyecto de investigación de la aceleradora, junto con Antonio Pérez Martínez, aplaude también el trabajo de las enfermeras porque son las que están en contacto directo y diario con los pacientes. “En función de la información que las enfermeras nos dan, nosotros cogemos toda la información y las llevamos después a las sesiones de ejercicio físico para individualizar y adaptar la dosis a las necesidades”, comenta Fiuza.

Resultados

Esta iniciativa está basada en los resultados de un proyecto de investigación científica que impulsó la Fundación Unoentrecienmil en 2018, a través del Grupo de investigación en actividad física y salud (Paherg). Los resultados son claros y se demostró que un programa de ejercicio físico reducía el tiempo de hospitalización, tiene efecto cardioprotector, mejor la fuerza muscular, la capacidad funcional y la cardiorrespitario, favorece la respuesta inmune, se atenúan los efectos secundarios de los tratamientos químicos y aumenta la autoestima.

Así, desde la Fundación apuntan que todos estos beneficios junto con los efectos del tratamiento contra el cáncer podrían redundar en una posibilidad de aumento de la supervivencia de los niños enfermos de cáncer que practican deporte.

Ligados al deporte

José Carnero, fundador de la Fundación Unoentrecienmil señala que “siempre hemos estado ligados al deporte. En nuestra búsqueda constante sobre las investigaciones y trabajos más fiables y prometedores para la curación plena de los niños con cáncer, nos dimos cuenta de que en adultos sí había iniciativas de ejercicio físico y oncología, pero en niños no. Y nos propusimos impulsar esta línea de trabajo que se ha hecho realidad.