“Como saben, España se enfrenta a una emergencia de salud publica que requiere decisiones extraordinarias. Una pandemia que es mundial y que supone un serio perjuicio para el bienestar del conjunto de ciudadanos”. Con estas palabras, el 14 de marzo de hace ahora cinco años, se decretaba el primer Estado de Alarma por el COVID-19. Un virus desconocido, que en su momento parecía lejano, llegó y se descontroló en cuestión de días. Semanas antes de ese 14 de marzo inolvidable, fueron muchos los que comenzaron a prepararse, pero la llegada del virus pilló a casi todo el mundo de improviso. Contrataciones masivas de sanitarios, hospitales abarrotados de personas afectadas, UCIs colapsadas y una situación totalmente nueva que hizo que todas y todos tuviesen (tuviésemos) que aprender sobre la marcha.

El confinamiento de la población afloró sentimientos que jamás se habían experimentado. La llamada diaria en los balcones a las ocho de la tarde para aplaudir a todos los servicios esenciales que seguían jugándose la vida para frenar la expansión fue, sin duda, uno de los momentos imborrables de esta crisis. Pero… las medidas de distanciamiento y, sobre todo, la llegada de la vacunación, hicieron que los casos fueran remitiendo, la sociedad volvió poco a poco a la antigua normalidad y, por desgracia y en muchas ocasiones, olvidó todo lo pasado.

Ahora, once enfermeras y enfermeros de distintos ámbitos y diferentes perfiles, recuerdan cómo vivieron ese marzo de 2020, cómo les cambió la manera de atender y cómo ven ahora el mundo después de 1.826 días.


Rosa Salazar

En marzo de 2020 era directora gerente del Hospital de Guadarrama (Madrid) y lo sigue siendo en la actualidad

Rosa Salazar, gerente del Hospital Guadarrama (Madrid)

En enero y febrero ya se empezaba a hablar de una posible pandemia. Parecía que entonces estaba muy lejos, pero, en muy poquito tiempo, llegó a nuestro hospital. Es cierto que nosotros pensamos que al ser un hospital de media estancia estaríamos un poco al margen y no fue así. Antes de que llegase el Estado de alarma empezamos a hacer formación interna y empezamos a hacer sesiones para ver qué medidas teníamos que tomar en caso de que la situación de pandemia llegase y nos tocase.

Además de ser una enfermedad nueva y desconocida para toda la sanidad en general, nosotros tuvimos que atender a pacientes en situación aguda, que no es a lo que estábamos acostumbrados. Fue un cambio muy grande para un hospital como el nuestro.

Aprendimos muchas cosas porque fue una situación tan brusca y nos hizo cambiar tanto en aquel momento que muchas cosas las hemos interiorizado todavía más de lo que ya las teníamos. La pandemia fue una situación que esperemos que nunca más pase, pero que podría suceder y para ello debemos estar preparados.

En el caso de nuestro hospital, hemos incrementado mucho la realización de talleres en todas las plantas de hospitalización y en todos los turnos. Son talleres de precauciones estándar, pero no sólo de cómo hacer la higiene de manos en los aislamientos, sino también cuestiones derivadas de nuestra organización, como es el evitar la rotación de profesionales.

«La soledad de los pacientes fue algo durísimo»

Porque si algo aprendimos entonces es que era muy importante que los profesionales no rotasen en plantas de hospital. Esto es algo que ya sabíamos, pero no lo teníamos quizá tan presente porque la realidad no nos lo había puesto delante de una manera tan clara.

Como gerente fue una situación realmente crítica. Primero porque nos enfrentábamos a atender a pacientes agudos y no estábamos acostumbrados y después porque los pacientes no podían recibir visitas y las familias tenían una gran angustia. Nosotros ya contábamos con el sistema de videollamadas, que se hizo muy popular y se extendió mucho con la pandemia, así que ampliamos las tablets que ya teníamos para poder hacerlas.

También me preocupaba mucho las bajas de profesionales porque cada día llegábamos y había nuevos compañeros enfermos que no podían venir a trabajar. Entonces, era la preocupación de ver si teníamos plantilla suficiente para atender a los pacientes.

Una de las cosas más duras fue que los familiares no pudieran venir a ver a los pacientes. Siempre habíamos llevado muy a gala atender esa parte emocional, el hospital lo tiene muy interiorizado y la plantilla es muy sensible en ese aspecto, así que ver cómo tenían que pasar los ingresos solos, sin salir de las habitaciones, fue algo durísimo.


Aroa López

Enfermera supervisora de Urgencias del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona)

Aroa López, enfermera supervisora de Urgencias del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona)

Recuerdo ese mes de marzo con mucha incertidumbre, mucho miedo, mucho trabajo, pero también mucho compañerismo. Resolvíamos dudas y estábamos juntos y unidos. Fue un mes muy intenso.

Empezamos con muy pocos pacientes y enseguida el volumen se incrementó. La entrada de urgencias comenzó a crecer y eran pacientes que al rato de llegar se ponían muy graves y había que llevarlos a la UCI.

«Fue un mes muy intenso»

Nuestro día a día era a ver con qué nos encontrábamos, ver cómo había ido el turno anterior y cuántos pacientes estaban pendientes de visitar; comprobar cómo estaba el servicio y también nuestros compañeros.

El hospital sufrió una reorganización espectacular; de un día para otro nos íbamos adaptando a los protocolos, los procedimientos y la información para que la asistencia al paciente fuera lo más rápida posible en función de cómo estábamos ese día.

Para nosotros, nos han quedado muchas cosas del COVID-19 y se han establecido modelos diferentes a la hora de trabajar en determinados aspectos de nuestro día a día.


Ángel Bermejo

En marzo de 2020 era enfermero del Centro Coordinador del SUMMA 112 (Madrid). Ahora es subdirector de Enfermería del SUMMA 112

Ángel Bermejo, subdirector de Enfermería del SUMMA 112 (Madrid).

Recuerdo pasar de la normalidad a una situación totalmente excepcional. Desarrollábamos nuestra labor como todos los días y el punto de inflexión fue cuando en las noticias de las 15:00, todos los informativos, abrieron con Italia. En ese momento, las líneas empezaron a llenarse de llamadas.

No era necesariamente gente enferma, pero sí con dudas e inquietudes. Ese fue el punto de inicio en el que nos dimos cuenta de que esto iba a ser más grande de lo que pensábamos. Fue ahí cuando tuvimos que empezar a poner en marcha todos los mecanismos que estaban a nuestro alcance para poder dar una respuesta a toda esa población.

Nosotros ya teníamos la experiencia previa con la gripe estacional de todos los años, la gripe A, que vino y que luego afortunadamente no fue para tanto. En esas circunstancias tenemos un plan de contingencia en el que lo que hacemos es desdoblar el Centro Coordinador. Entonces, una parte se queda con la actividad ordinaria, que son esos accidentes, esos infartos, esos ictus… y otra parte con todo lo relacionado con el COVID-19. Por lo tanto, la actividad ordinaria sigue siendo atendida exactamente igual que lo estaba haciendo antes.

El confinamiento también era muy extraño, sobre todo cuando hablabas con gente que no eran sanitarios porque ellos tenían unas vivencias, estaban confinados en el domicilio y te contaba sus experiencias, pero yo a la vez salía a la calle. Era muy extraño cuando hablaba con mis amigos y veía que ellos estaban como como en otro mundo.

«Recorrimos un camino durísimo, acompañados todos de la mano»

Yo creo que sí que hemos aprendido y, sobre todo, a ayudarnos, a solidarizarnos entre nosotros. Desde la pandemia yo creo que nos hemos engranado los equipos multidisciplinares, creo que hemos crecido muchísimo en el contacto con los médicos, con los técnicos, con las TCAE…

Recuerdo cómo las llamadas eran muy duras porque igual no tenías cara a cara a la persona, pero estabas escuchando cómo se ahogaba y te generaba mucha angustia. En esos momentos tienes que acompañar a esa persona y hacer lo que puedes hasta que llega la unidad a la casa.

Creo que, en algún momento, habría que hablar de todo. Cuando estás metido en el tema tienes el piloto automático y el objetivo es remar todos hacia el mismo sitio y no te planteas pensar, pero ahora sí que habría que sacar el tema en frío y ver qué se hizo y qué no se hizo.

Si tuviese que elegir algo de la pandemia, me quedaría con las amigas que he hecho. Fueron momentos muy duros, muchas horas juntos y llegando al objetivo que era lo importante. Recorrimos un camino durísimo, acompañados todos de la mano y, al final, conseguimos doblegarlo. Y de eso te llevas personas que son para toda la vida.


José Antonio Córdoba

Enfermero del Centro San Juan de Dios, de Ciempozuelos (Madrid), con funciones de coordinador de tarde

José Antonio Córdoba, enfermero del Centro San Juan de Dios, en Ciempozuelos (Madrid), con funciones de coordinador de tarde

Al principio parecía un mes de marzo tranquilo y ya escuchábamos algo de que se acercaba el COVID-19. Fueron días un poco oscuros y grises porque no sabíamos lo que venía. Aquí solemos celebrar la festividad de San Juan de Dios el 8 de marzo, pero se decidió cerrar el centro a partir del 5 de marzo. Ahí fue el comienzo de nuestra historia COVID.

Teníamos la complejidad añadida de que son pacientes crónicos, que llevan mucho tiempo institucionalizados y con patologías que están divididas en el área de salud o mental o pacientes con discapacidad intelectual con trastorno de conducta.

El principio no fue fácil, sobre todo a la hora de comunicárselo a los pacientes porque muchos no tenían la habilidad ni el conocimiento como para saber por qué se tomaban esas determinaciones. Como fuimos de los primeros centros en cerrar, que creo que fue una de las medidas más acertadas, ni ellos ni las familias lo entendían.

Había mucha incertidumbre y, por eso, intentábamos transmitir la mayor tranquilidad posible, adaptándonos a las capacidades de cada paciente. Muchos lo entendían y a otros les costaba más y había que contarlo, adaptándolo a sus capacidades. Muchas veces pensaban que era un castigo, pero teníamos que hacerles entender que no, que era algo que estaba sucediendo en toda España.

«Muchos pacientes no tenían la habilidad para saber por qué se tomaban estas determinaciones»

Se hizo un trabajo espectacular, no cambiaría nada. Sí que es verdad que siempre se ha hablado de los sanitarios, y estoy de acuerdo, pero también habría que reconocer la labor de nuestras familias, que nos daban tranquilidad, ánimo y los abrazos que necesitábamos para seguir. No teníamos sábados, no teníamos domingos, era la misma dinámica todos los días, objetivos a corto plazo donde el reto era sobrevivir y que los pacientes no enfermasen.


Alexandra Trepat

En marzo de 2020 estaba trabajando en el Centro de Salud de Sabiñánigo (Huesca). Ahora continúa también como enfermera allí

Alexandra Trepat, enfermera del Centro de Salud de Sabiñánigo (Huesca)

Fue un mes con mucha incertidumbre, con mucha tristeza, frustración, impotencia, falta de información, mucho caos… Teníamos falta de recursos materiales, recursos humanos y una gran ausencia de protocolos. Lo recuerdo como un mes muy complicado a nivel profesional y a nivel personal.

Desde el principio de la pandemia tuvimos muchos pacientes con COVID-19 y tuvimos que acudir a los domicilios prácticamente sin protección y sin saber ni cómo se colocaba el EPI o qué teníamos que llevar.

Si tuviera la oportunidad de volver atrás, obviamente no actuaría de la misma manera o, por lo menos, no lo habría vivido con tanto miedo y con tanta incertidumbre. Recuerdo esas jornadas largas de trabajo, que acababan al cien por cien con mi energía de la tensión que llegábamos a pasar. Sobre todo, cuando teníamos muchos domicilios y acudíamos a muchos domicilios de pacientes ancianos con síntomas de COVID-19 y que veíamos que al poco tiempo fallecían o que ibas directamente ya a poner una bomba de perfusión.

Creo que el personal sanitario que estuvo trabajando en esos momentos adquirió muchas habilidades y conocimientos y nos hizo crecer mucho a nivel profesional, pero creo que ahora la atención es peor que en la época prepandemia. Nos encontramos con pacientes enfadados con el sistema sanitario en general, que se sienten defraudados y tienen miedo. Eso unido a la carga asistencial, que en nuestro centro hemos notado que ha aumentado muchísimo.

«Creo que nos hizo adquirir muchas habilidades y nos hizo crecer mucho a nivel profesional»

El centro de salud de Sabiñánigo da cobertura, aproximadamente, a 10.000 pacientes, tenemos domicilios a una hora de distancia y, además, damos cobertura a dos residencias, que, en ese momento, fueron víctimas del virus.

Era muy complicado asumir la responsabilidad de esa situación y la solución que encontramos fue montar, literalmente, un hospital de campaña. Se buscó dar los mejores cuidados a esos pacientes ancianos y evitar el máximo número de fallecidos.

Me marcó muchísimo la vulnerabilidad de la población y de los profesionales ante una situación tan desconocida y que nos provocaba tanta impotencia. Aplicamos mucha empatía, que ya lo hacíamos antes, pero en ese momento se vio cómo nos sentimos vulnerables en situaciones tan extremas.


Anna Palomino

Enfermera de la UCI general del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona)

Anna Palomino, enfermera de la UCI general del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona)

Mi primer recuerdo es entre incertidumbre y miedo de no saber. Pasamos de tener un enfermo a llegar al día siguiente y estar el hospital lleno. Llegábamos pensando: “A ver qué pasará hoy”.

Abrieron UCIs satélite, acudieron a ayudar compañeros que ya se habían jubilado, yo eliminé mi reducción de jornada y me ofrecí a venir más horas e, incluso, días que libraba por si lo necesitaban. Se incorporaron compañeros de otros servicios que habían cerrado por el virus para ayudarnos en las UCIs. Lo recuerdo como una tormenta, que se abrían y de pronto ya se habían llenado de pacientes.

Llegaban y en cuatro horas ya lo teníamos pronado y había que ir a por el siguiente. Además, también tenía miedo de volver a casa y pensar si estaría haciendo bien porque yo elegí quedarme con ellos y no vivir fuera para no contagiarlos.

Me duchaba en el hospital y cuando llegaba a casa me volvía a duchar antes de que me tocasen mis hijos, pero, al final, valoré que un abrazo a lo mejor era lo que les ayudaba.

«Mirábamos a los pacientes y nos preguntábamos qué estaba pasando»

Cuando iba a trabajar llegaba llorando por lo que me iba a encontrar y cuando me marchaba también lloraba por ver cómo estarían los niños.

A día de hoy recuerdo bastantes caras, bastantes nombres y bastantes casos. Hubo uno que me impactó mucho, que fue al principio de todo. Un paciente, que medía casi dos metros y por eso me acuerdo, se fue de alta y me preguntó que si ya estaba todo. Yo le respondí que no lo sabía porque no sabíamos nada. Al cabo de dos o tres días me enteré de que murió. Todavía tengo su pregunta en la cabeza.

Dábamos tratamientos para ir probando si funcionaba, los mirábamos desde las puertas y nos preguntábamos qué estaba pasando.

Si mirase atrás, a mi yo del pasado le diría que tuviese fuerza y profesionalidad. Esto es vocacional, así que volvería a hacerlo igual. Volvería a dejarme la piel y volvería a ponerme el EPI para entrar durante horas a las habitaciones, aunque eso supusiera tener heridas físicas que luego se quedan siempre dentro.


Gemma Rodríguez

En marzo de 2020 era enfermera en Centro Coordinador y UVI Móvil del SUMMA 112. Actualmente, es Supervisora de Enfermería en el SUMMA 112 (Madrid)

Gemma Rodríguez, supervisora de Enfermería en el SUMMA 112 (Madrid)

Cuando saltaron en Italia los primeros casos, aquí las llamadas se desbordaron. Ese fue el momento en el que más lo notamos. Desde ese instante, los teléfonos no pararon y ya, poco después, empezaron a llegar los casos.

Como enfermera lo recuerdo con mucho miedo, pero, dentro de ese miedo, también con el chip de que estábamos remando todos hacia lo mismo. El miedo también llegaba cuando íbamos a casa con nuestra familia.

Yo por aquel entonces estaba en el Centro Coordinador, pero también en la calle. Desde el centro sentías la angustia de los pacientes y algunas historias te las llevabas muy a lo personal. En la calle, por otro lado, sentías cómo las personas tenían mucho miedo y que nosotros éramos ese apoyo y esa mano a la que agarrarse aunque fuéramos con EPI.

«Nos inventamos los abrazos COVID, mirando hacia otro lado y en apnea, porque lo necesitábamos»

Jamás pensé que íbamos a volver a la normalidad de antes. Creo que a todos nos ha quedado algo porque todavía hay gente que cuando nos llama, si les dices la palabra COVID-19, se agobian muchísimo.

Nosotros, en su momento, nos inventamos los abrazos COVID y eran abrazos que necesitábamos. Cada uno mirando hacia un lado y en apnea, pero era algo necesario entre compañeros o amigos.


Laura Atarés

En 2020 trabajó en la residencia Abubilla, uno de los cinco centros COVID-19 que se abrieron en Aragón para atender a pacientes. Ahora, en un hospital en Barcelona

Laura Atarés, enfermera especialista en Salud Mental

Estaba en Huesca, acababa de presentarme al examen EIR y estaba en paro. Cuando saltó la alarma y empezaron a aumentar los casos, no dudé que tenía que estar ahí ayudando. Mi lugar tenía que estar trabajando contra el virus.

No sabíamos qué iba a pasar ni cuánto tiempo iba a durar aquella situación, así que el sentimiento en ese momento fue miedo e incertidumbre. En esos primeros días no teníamos ni idea de cómo sería el trabajo que íbamos a desarrollar y teníamos miedo por podernos contagiar en el trabajo y, además, poder contagiar a nuestras familias.

Todo era incertidumbre porque no sabíamos la falta de personal que había ni si tendríamos descanso o la situación mejoraría a corto plazo, porque a veces sentíamos que la cosa se iba a calmar y a los dos días llegabas y la situación estaba otra vez descontrolada.

«Aprendí la importancia de acompañar en todo el proceso»

Estoy orgullosa de haber trabajado en una residencia de ancianos en esos momentos porque pudimos dar unos cuidados y atender a una población que era muy vulnerable con este virus. Aprendí la importancia de acompañar en todo el proceso de enfermedad a los pacientes. Tuvimos que estar con una población que se tuvo que alejar de su medio habitual y se los trasladó a un entorno desconocido para ellos. Fue muy importante la labor que hicimos, sobre todo poder estar en su día a día y poder acompañarlos y que ellos supieran que siempre había alguien que podía atenderlos.

Lo mejor para mí fue el trabajo en equipo porque no siempre vemos esta unidad y fue una época en la que pudimos comprobar esa cohesión. Estábamos pasando todos por lo mismo e íbamos todos con un mismo objetivo, salir lo antes posible de esta situación.

Lo peor, sin duda, la sensación de agotamiento, miedo y los turnos larguísimos. Era un bombardeo diario de casos, aumento de mortalidad… y no veíamos un final. Llegamos a pensar que esa iba a ser la nueva realidad.


Alicia Río

En marzo de 2020 comenzó trabajando en la UCI de un hospital madrileño y, al abrir los centros educativos, inició su trayectoria como enfermera escolar en el instituto que continúa en la actualidad

Alicia Río, secretaria de la Asociación Científica Española de Enfermería y Salud Escolar (Aceese), en Madrid

Los inicios de la pandemia los recuerdo con bastante agobio. Fue horrible la situación que vivimos. Yo estaba en psiquiatría en ese momento, pero al tener el perfil de UCI me fui a UCI y justo me tocó la segunda que se creó para atender a estos pacientes.

Luego, además, vas con gente que no conoces, compañeros nuevos, una situación completamente desconocida para todos y con mucho miedo a qué nos íbamos a enfrentar porque en ese momento había mucho desconocimiento.

La pandemia yo creo que a todos los sanitarios nos ha afectado. Es cierto que a algunos más, a otros menos y de distintas maneras. En mi caso, tras los primeros meses, me planteé hacer algo que siempre he querido, que era estudiar un máster de profesorado. Esa decisión me lleva también a dar el paso e irme de enfermera escolar, ya que los horarios los podía compatibilizar mejor con el máster.

Al principio estoy media jornada en el instituto y también sigo en el hospital. En educación, el COVID-19 también fue una etapa muy dura porque se abren los colegios, los alumnos han estado encerrados muchos meses… Veníamos todos con mascarilla y había medidas muy restrictivas. Vigilábamos que todos la llevasen bien puesta, tapándose boca y nariz, se hacía control de la temperatura y a aquellos que les diera febrícula o fiebre se les limitaba el acceso. En el caso de que empezasen los síntomas estando en el aula, los profesores mandaban a los niños a la Enfermería, los atendía y teníamos una sala COVID, que era donde se quedaban hasta que venían los padres a recogerlos.

«Creo que la sociedad no ha aprendido tanto de la pandemia»

Como profesional creo que he aprendido mucho, me he llevado mucho conocimiento, pero creo que la sociedad no ha aprendido tanto. Para mí, la gente que ha perdido a familiares ha tenido una experiencia muy distinta a la gente que no ha perdido a nadie. En general, creo que hemos aprendido poco y que todo eso que se esperaba y que decían de que íbamos a cambiar como sociedad no ha sucedido.

Si me tengo que quedar con algo, me quedo con el compañerismo. Cuando te enfrentas a una situación tan caótica y de tanto miedo, el respaldo y el apoyo que tuve de parte de mis compañeros fue increíble. En definitiva, siempre recordaré el cariño y apoyo que recibí.


Carlos Olea

En marzo de 2020 trabajaba de enfermero en la residencia Valleluz de Illar (Almería). Actualmente, es enfermero en la residencia para personas gravemente afectadas de la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad (FAAM)

Carlos Olea, enfermero de residencia

El primer caso positivo que tuvimos en la residencia fue el viernes posterior al confinamiento. Fue un jarro de agua fría porque tienes que enfrentarte a algo que no sabes cómo funciona. No sabíamos cómo hacerlo ni teníamos los recursos y herramientas para ello.

Recuerdo el momento en el que nos vimos con muchos positivos y nos encontrábamos sin recursos. La directora de la residencia intentó conseguir mascarillas lo antes posible, pero todo era muy difícil. Nos hicimos los EPIs con bolsas de basura para entrar a las habitaciones porque no había otra cosa. También gente del pueblo nos cosía material. Estuvimos al principio completamente solos, aunque al final mucha gente se volcó a mandarnos todo lo que podía. Pero, sin duda, el primer sentimiento fue de abandono y no se me olvida.

«El COVID-19 ha marcado un antes y un después en mi vida»

De hecho, teníamos batas desechables que lavábamos y las volvíamos a utilizar porque no teníamos otra cosa. Al final los recuerdos negativos pesan más que los positivos y para mí fueron días muy duros. Si tengo que decir algo positivo fue cómo conseguimos adaptarnos y ver que, aunque estés pasando momentos malos, algo bueno tiene que venir y poco a poco mejorarán las cosas.

Y al final así sucedió. Entonces, todos los trabajadores nos apoyamos muchísimo y esto fue algo para estar orgullosos. Eso sí, ahora han pasado cinco años y recuerdo cuando la gente salía a los balcones para aplaudir y todo el mundo nos respaldaba, pero ahora en el presente ya no lo vemos y pienso que el sistema no nos valora lo suficiente.

También fue muy difícil ver cómo se quedaban encerrados en sus habitaciones y verlos cómo querían hablar con sus familias. Recuerdo desinfectar el teléfono y pasarlo a las habitaciones para que pudieran comunicarse con ellos.

No tengo ninguna duda de que el COVID-19 ha marcado un antes y un después en mi vida. Ahora las cosas las veo con otra perspectiva y me las tomo de otra manera, pero esto será algo que no olvidaremos nunca.


Santiago López

Enfermero del Centro San Juan de Dios, de Ciempozuelos (Madrid)

Santiago López, enfermero del Centro San Juan de Dios, de Ciempozuelos (Madrid).

Recuerdo el mes de marzo de 2020, por una parte, muy convulso y mal, pero, por otra parte, también gratificante. En lo personal, aunque nunca he estado en una guerra, imagino que fue algo parecido. Era sobrevivir día a día, que pasaran los momentos, llegar a casa, ponerte una mascarilla y estar alejado de tu familia, durmiendo solo y dedicado solamente a trabajar.

Intentamos mucha cercanía con los familiares, transmitirles información veraz, que ellos supieran lo que estaba pasando. Se instauró el sistema de videollamadas que aquí no se hacía anteriormente.

«Salimos adelante con la voluntad y el compañerismo de todos»

Como aprendizaje de esta época diría que me encanta cuidar y yo creo que los enfermeros hemos nacidos para estar dedicados a la otra persona. No estábamos preparados para algo así y salimos adelante con la voluntad, la ayuda y el compañerismo de todos.
Recuerdo cuando un paciente se fracturó un brazo y no había ambulancias y había que llevarle al hospital sí o sí. Me puse un EPI, cogimos la furgoneta y nos fuimos al hospital. Gracias a eso conseguimos que le operasen rápido.