ÁNGEL M. GREGORIS.- En 2015 se diagnosticaron 3.428 nuevos casos de VIH en España, según los datos del Instituto de Salud Carlos III. Uno de ellos fue Antonio Serrano, que, tras una relación de riesgo, comenzó con algunos síntomas y, finalmente, recibió la noticia. Es enfermero, terminó la carrera en 2009 y trabajó durante dos años en una residencia específica de personas con VIH. Es decir, lo sabía todo sobre el VIH, pero, tal y como él mismo recuerda, cuando le dieron el diagnóstico, todos sus conocimientos se esfumaron: “Empecé con los sentimientos de culpa, de muerte, de autoestigma y, sobre todo, de autodiscriminación”.

Ahora, Antonio es una persona visible, activista y que lucha por acabar con la discriminación y el estigma entre la población en general y en el ámbito sanitario en particular. Trabaja como enfermero en el Hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia) en el servicio de Urgencias. Hace ahora ocho años desde ese momento en el que tuvo que empezar el tratamiento y poco tiempo después decidió que tenía que comunicarlo “para sentirme más cómodo consigo mismo y no sentir que estaba ocultando una verdad, tenía que contárselo a todo mi entorno”.

Decisión

Su decisión no suele ser la más común y el estigma al que se enfrentan todavía hoy las personas con VIH hace que mucha gente lo oculte en su vida social y también laboral. Para él, es importantísimo que se tomen medidas y se dé educación a la población para que conozcan la premisa de que el VIH se puede tratar y que una vez que el virus es indetectable en la sangre, también es intransmisible hacia los demás.

“En su momento empecé a contárselo a mis parejas sexuales para que se testeasen y cortar el vector de transmisión. También decidí contarlo a mi entorno cercano para sentirme acompañado y fue la mejor decisión que pude tomar. Mi madre, por ejemplo, solo me dijo: ‘Ya sabes, una pastillita para el resto de tu vida’. Me quité una losa de encima y pude seguir adelante”, cuenta.

Entorno laboral

¿Y en el entorno laboral? Eso lo recuerda más complicado. Durante su etapa en la Consejería de salud de Murcia en el servicio de Epidemiología no tuvo ningún problema en ser visible, pero una vez que volvió al ámbito asistencial fue cuando tuvo que decidir si lo contaba o no. “No quería sentir discriminación, pero, poco a poco, fui contándolo y esto me ha ayudado también a eliminar creencias que tenían algunos compañeros enfermeros con respecto al VIH. Había gente que me decía cuando llegaba un paciente con VIH que me pusiera doble guante o ponían VIH en rojo en las historias clínicas. Ser visible me da las herramientas suficientes para explicarles que las medidas de protección son universales y que el marcaje de las historias es completamente ilegal”, subraya.

Barreras

Como vocal del Comité Estatal de VIH y sida (Cesida) ha participado en la nueva redacción del documento del Ministerio de Sanidad en el que se expone cómo debe ser el acceso a profesiones sanitarias de personas que viven con VIH. “Hemos eliminado todas las barreras que teníamos al amparo del Pacto Social por la no discriminación del VIH. Lo primero, no estamos obligados a comunicar nuestro estado serológico y si queremos hacerlo, siempre y cuando seamos indetectables, podemos estar en cualquier puesto de trabajo”, afirma. Él mismo explica que en el caso de no ser indetectable todavía existen algunas indicaciones específicas como, por ejemplo, en las personas que trabajan en un quirófano con un campo abierto de un paciente.

Carrera

Aunque Antonio reconoce haber tenido suerte en este aspecto, todavía hay tanto desconocimiento en este tema, incluso entre los profesionales sanitarios, que no todos y todas tienen la misma posición que él. Y para eso, es IMPRESCINDIBLE -en mayúsculas, recalca- que lo más importante es la formación, formación y formación. “En la carrera nos falta mucha información sobre VIH y las ITS. Creo que se debería trabajar esa materia, tanto desde un aspecto plenamente de infección, como tratamientos antirretrovirales, medios de transmisión, práctica clínica y la legislación actual en esta materia. Se pierden muchas oportunidades de detectar personas que pueden ser portadoras sin diagnosticar por la falta de conocimiento. Es decir, que venga un paciente con una uretritis y perdamos la oportunidad de hacer una serología para el VIH. Debemos estar al quite para que esto no ocurra y poder detectarlo a tiempo”, comenta.

Educar

Y más allá de esto, también hay que educar en el propio entorno sanitario para que los profesionales diagnosticados no tengan miedo a ser visibles en este aspecto. “No estáis solos, si queréis contarlo, hacedlo, siempre y cuando os sintáis seguros, nunca por presiones. Tenemos que seguir trabajando mucho en esa materia”, concluye. En definitiva, Antonio pone su cara y su voz para visibilizar una situación que afecta a más personas de las que se imagina y que muchas, por miedo al desprecio, terminan callando.