• Adecuar la oferta a la reducción de la demanda asistencial durante el periodo estival. Esa es la excusa que ponen, año tras año, los servicios de salud de las distintas comunidades autónomas para proceder al cierre de camas hospitalarias, de centros de Atención Primaria, a la reducción de intervenciones quirúrgicas o limitar las sustituciones del personal.
  • España ocupa el puesto 21 de los 26 países europeos analizados, con una ratio de 6,16 enfermeras por cada 1.000 habitantes. Por el contrario, Noruega triplica esa cifra con 21,68 enfermeras.
  • “El no disponer de unas plantillas suficientes de enfermeras y enfermeros que puedan ofrecer una atención y cuidados de calidad a los pacientes y al conjunto de la ciudadanía, también durante el verano, conlleva una mayor probabilidad de riesgos, complicaciones, reingresos, efectos adversos, e incluso, fallecimientos”, ha recordado Florentino Pérez Raya, presidente del CGE.

Madrid, 9 de julio de 2024.- Adecuar la oferta a la reducción de la demanda asistencial durante el periodo estival. Esa es la excusa que ponen, año tras año, los servicios de salud de las distintas comunidades autónomas para proceder al cierre de camas hospitalarias, de centros de Atención Primaria, a la reducción de intervenciones quirúrgicas o limitar las sustituciones del personal sanitario que disfruta de sus merecidas vacaciones. Sin embargo, se olvidan de la grave situación de escasez de enfermeras que sufre nuestro país, unido a este cierre de camas, provoca un incremento de la sobrecarga asistencial que han de afrontar en su día a día las enfermeras, lo que pone en grave riesgo la seguridad de los pacientes.

“Desde el Consejo General de Enfermería venimos denunciando desde hace muchos años la grave escasez de enfermeras que tenemos en nuestro país. Este déficit ya es estructural en todo el sistema sanitario. Según los datos de nuestro Instituto de Investigación Enfermera necesitaríamos más de 95.000 enfermeras para equiparnos a las ratios de enfermeras por habitantes que hay en los países de nuestro entorno”, ha señalado Florentino Pérez Raya, presidente del CGE.

De hecho, según los últimos datos recopilados por el organismo que representa a las 345.000 enfermeras y enfermeros de nuestro país, de los países de nuestro entorno cuyas enfermeras cuentan formación universitaria de las enfermeras equiparable a la nuestra, España ocupa el puesto 21 de los 26 países europeos analizados, con una ratio de 6,16 enfermeras por cada 100.000 habitantes. En el otro extremo Noruega, por ejemplo, triplica esa cifra con 21,68 enfermeras por cada 100.000 habitantes. De hecho, se da la circunstancia de que esta nación escandinava se ha convertido en el principal destino de las enfermeras que abandonan nuestro país en busca de mejores condiciones laborales. Sólo en 2023, un total de 336 enfermeras españolas solicitaron la documentación necesaria para trasladarse y ejercer allí.

Por debajo de España sólo aparecen Polonia, Rumania, Chipre, Eslovenia y Bulgaria. Mientras que a la cabeza de Europa están Noruega, Austria, Islandia, Finlandia o Alemania.

Riesgos para la población

Para el CGE, “esta escasez de enfermeras está provocando efectos indeseados no sólo en la profesión, que trabaja de forma permanente con una sobrecarga asistencial que se vive como algo normalizado en nuestro día a día, cuando se trata de una situación que debería ser excepcional, también parece olvidarse que ello pone en grave peligro la seguridad de los pacientes”, señala el presidente de las enfermeras españolas.

“El no disponer de unas plantillas suficientes de enfermeras y enfermeros que puedan ofrecer una atención y cuidados de calidad a los pacientes y al conjunto de la ciudadanía, también durante el verano, conlleva una mayor probabilidad de riesgos, complicaciones, reingresos, efectos adversos, e incluso, fallecimientos, como constatan numerosos estudios científicos nacionales e internacionales publicados a lo largo de los últimos años”, ha recordado Pérez Raya.

A ello se suma que “una gran parte de la profesión tiene que convivir con contratos precarios de días -e incluso horas- y en condiciones indignas, llegando a acumular cientos de contratos laborales en un mismo año. En ocasiones, al llegar el verano, en lugar de poder disfrutar del merecido descanso, cuando la presión asistencial aumenta se anulan o aplazan sus vacaciones. Unas lamentables condiciones que durante años han obligado a miles de profesionales a mudarse a otras comunidades autónomas o a otros países para poder trabajar de manera estable y digna. Una fuga de talento enfermero que ha sido muy bien aprovechada por todos estos países”.