ALICIA ALMENDROS.- Pablo, Verónica, Mª Ángeles, David, Marisol, Javier, María, Juan Antonio, Victoria… Hasta hace un mes no se conocían, y hoy luchan codo con codo para salvar a pacientes con coronavirus. Ellos forman parte de los más de 450 enfermeros que trabajar en los recintos feriales de Madrid, Ifema, el hospital más grande de España. “Todo el mundo, independientemente del organismo o institución que viniera, se ha volcado. Es cierto que en un primer momento la labor de integración era compleja porque no estamos acostumbrados a trabajar con fuerzas de seguridad en este contexto y cada uno veníamos de sitios donde se trabaja de forma diferente. Pero gracias a la aportación y el esfuerzo de todos ha sido posible montar este megahospital en tan pocos días”, subraya Javier Díaz, supervisor de enfermería en Ifema. Antes de que esto estallase, Díaz era enfermero asistencial del SUMMA 112. Su espacio de trabajo era una UVI móvil y en Ifema ha desarrollado “funciones de supervisión, apoyando los primeros días a todos los requerimientos: logístico, montaje, atención inicial a los pacientes… y, sobre todo, cobertura a profesionales sanitarios y no sanitarios que venían desde su servicio para iniciar la atención aquí”, explica.
Además de salvar vidas, este megahospital es un fiel reflejo de lo que es el trabajo en equipo. Y es que a Ifema se desplazan cada día trabajadores sanitarios y no sanitarios de procedencias distintas: hospitales, tanto públicos como privados, SUMMA 112, Samur y Atención Primaria. A los que se le suman los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
“El SUMMA y Samur hicieron su aportación de personal. Los hospitales y Atención Primaria también. Además, me gustaría resaltar que la UCI de Ifema está compuesta por profesionales voluntarios. Es decir, hacen los turnos en sus respectivos centros y hospitales también saturados con el COVID-19 y, antes o después, acuden a trabajar a nuestra UCI. Esto es digno de elogiar. Están dándolo todo”, resalta Marisol Neria, enfermera coordinadora de Recurso Humanos del Hospital. “El trabajar con profesionales de procedencias tan distintas en cuanto a organización, lejos de parecer un problema, ha sido una experiencia fantástica al ver cómo todo salía a pesar de que nadie nos conocíamos. Teníamos un objetivo común: tirar para adelante”, sostiene.
El trabajo de Neria también ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. “Yo trabajaba en Hemoterapia del Hospital La Paz (Madrid). Me llamaron desde la Dirección General de Recursos Humanos proponerme venir aquí a coordinar los RRHH y aquí estoy. Ahora, me encargo de dotar de personal al hospital en función de lo que se necesita”, explica.
24 horas para la puesta en marcha
La imagen actual dista mucho de lo que encontraron los sanitarios cuando llegaron a las instalaciones de Ifema el primer día. “Llegamos un día por la tarde”, recuerda Verónica Real, directora de enfermera de este hospital. “Encontramos un pabellón vacío con un suelo gris de hormigón. La imagen era bastante desoladora y nos decían que en 24 horas llegaban los primeros pacientes. El montaje fue un poco improvisado, pero, dentro de esto, fue bastante organizado”, añade.
El primer pabellón habilitado para pacientes COVID-19 fue el cinco. “Era parecido a un hospital de campaña. Aprovechamos las columnas para alrededor de ellas poner unos mostradores que funcionaban como control de enfermería. Y alrededor de ellos se formaron las camas. Se dotó de material y farmacia básica, y formamos los primeros grupos de trabajo. Mientras tanto, se modulaba el pabellón siete y el nueve, este último es el que todavía hoy sigue abierto”, explica Real.
El pabellón cinco se cerró cuando el nueve estaba listo. Tanto este como el siete distan mucho de aquellas imágenes del pabellón cinco donde los pacientes parecían “heridos de guerra”. “Se ha modulado todo con separaciones físicas de tres metros entre cama, una moqueta de color nada tiene que ver con el hormigón inicial, un control de enfermería perfectamente organizado que además tiene un almacén propio, una zona de vestido y desvestido de personal, e incluso una farmacia perfectamente organizada”, enumera la directora de enfermería.
Hasta ese día, Verónica trabajaba como supervisora del 112, y para ella “lo más difícil ha sido el cambio de actividad. Trabaja con un ritmo concreto y organizado cuando de la noche a la mañana te ves en una organización de esta envergadura y con un ritmo sobre todo muy cambiante, porque lo que ayer valía hoy no vale, y hay que tener capacidad de adaptación y mejorar cada día un poco más. Pero, la verdad que es una actividad muy gratificante. Esto va a cambiar nuestras vidas, tanto personal como profesionalmente”, resalta.
Ingresos por decenas
En el SUMMA 112 hacen simulacros de catástrofes, pero no habían previsto nunca algo así. “Los ejercicios que nosotros hacemos suelen ser de accidentes con múltiples víctimas. En esos casos los medios son suficientes para atender a la cantidad de víctimas que hay. A diferencia con esto, es que en esos casos si tenías cierto control de lo que pudiera ir llegando a tu hospital y eso te hace tener un poco de margen de maniobra”, argumenta Real.
El ritmo de ingresos que se ha llevado en Ifema estaba en torno a los 200 o 250 pacientes al día. “En una urgencia normal suele haber unos 50, o sea, que estábamos quintuplicando lo que era la media normal”, subraya la directora de enfermería. “Yo me planteé que teníamos que abrir un hospital comarcal cada 24 horas. Y había que tener previsto personal que prestara atención y todo el tema de servicios centrales como: analíticas, radiología, transfusión…”, afirma la coordinadora de Recursos Humanos del Hospital de Ifema.
Los pacientes que trasladaban hasta estas instalaciones “por sus características, no tenían muchas posibilidades de una asistencia de oxígeno porque no había más tomas de oxígeno en las Urgencias o no tenían posibilidad de atención inicial por la saturación de los hospitales. Los centros comunicaban cuántos pacientes tenían de más y los iban trayendo. Han llegado incluso en autobuses en tandas de 20 en 20. Aquí tenían la oportunidad de tratamiento”, comenta la directora de enfermería. “Lo más difícil era saber que existía una gran demanda para poder dar respuesta a las necesidades de nuestros pacientes e intentar ofrecerles los mejores cuidados de enfermería a todos”, afirma Díaz.
Ahora, que parece que la curva está más parada, deben hacer lo mismo, pero al revés. “Es decir, primero fue el despliegue, que fue algo más desorganizado porque era una situación nueva y no sabíamos cómo era, pero el repliegue debe ser ordenado. Creo que vamos por delante de los acontecimientos y esto nos da a todos mucha seguridad”, afirma Neria.
Atención Primaria
Esta crisis también ha hecho que se reorganice enormemente la Atención Primaria, hasta ahora una de las barreras de contención del COVID-19. Con la llegada de miles y miles de afectados a todos los hospitales del país y la apertura provisional de Ifema como el hospital más grande de España para atender a pacientes positivos, la Comunidad de Madrid trasladó a más de 1.000 profesionales de Atención Primaria hasta este nuevo centro. Un total de 330 enfermeras abandonaron los centros de salud, consultorios locales y servicios de atención rural para ponerse al frente de la pandemia y dar los mejores cuidados a todos los afectados.
“El consejero de Sanidad nos pidió a muchas enfermeras de Atención Primaria que hiciésemos el esfuerzo que estábamos haciendo hasta ahora y comenzáramos a hacer algo nuevo a lo que no estábamos acostumbrados como atender una planta de hospital. Poco a poco, pero de manera fluida, tuvimos una maravillosa respuesta por parte de todos los profesionales hasta que ahora hemos logrado un hospital que ya va rodando”, explica Juan Antonio Sarrión, director asistencial enfermero de la Dirección Asistencial Este de Atención Primaria y uno de los enfermeros del equipo directivo de AP en Ifema.
Tal y como él mismo recuerda, “no tuvieron ninguna duda de que ahí estarían para apoyar en lo que hiciese falta y en todo lo que la dirección de enfermería del hospital nos solicita”.
Por su parte, María Mirat, enfermera y una de las coordinadoras del personal de Atención Primaria en Ifema, tampoco dudó en ningún momento el momento de aceptar la llamada. “El viernes 20 de marzo nos enviaron un whatsapp para decirnos que necesitaban gente voluntaria y yo llamé a mi responsable para decirle que estaba dispuesta. Al día siguiente estábamos aquí y me asignaron el rol de coordinadora con el personal que venía de AP”, afirma.
Esos primeros días no fueron fáciles para nadie, recuerda que un día había dos controles abiertos y luego tres o que hacían previsión para cuatro y cuando llegaban se encontraban con cinco. “Llegamos a las 7:30 de la mañana para estar cuando empieza a llegar todo el personal, ellos nos dicen su nombre, confirmamos la asistencia y pasan directamente a su control. También nos encargamos de reubicar si hay alguna baja”, señala Mirat. Cada módulo del hospital tiene capacidad para 50 pacientes, por lo que ellas se encargan de organizar quiénes darán la atención asistencial en cada uno de ellos.
“Como en cualquier hospital, la labor de las enfermeras está siendo básica. Si no existieran, sería imposible porque la base del hospital es el cuidado de los pacientes. Lo hemos dado todo, pero no sólo nosotros, sino también los que se han quedado en los centros de salud, que han cambiado de un día para otro su manera de trabajar y de funcionar”, subraya Sarrión.
María Mirat, por su parte, también manda un mensaje de ánimo a todas esas compañeras que siguen trabajando diariamente con los pacientes en los centros de salud y que han asumido también la sobrecarga de aquellos que ya no pueden atender los profesionales que se han ido a Ifema. “Es increíble cómo la gente está dando el 150%; se les ha cambiado la manera de trabajar, los turnos, han empezado a hacer noches y siguen ahí. Sin duda, han sido imprescindibles las enfermeras, las TCAEs, los médicos, los celadores… No hay nadie prescindible en toda esta crisis”, apunta.
Enfermería
Mª Ángeles Carballo trabajaba como enfermera en el programa de cribado de la Comunidad de Madrid. Ahora, es supervisora de enfermería en el pabellón nueve de Ifema. “Mi labor era más administrativa que lo que estoy haciendo ahora, pero mi responsabilidad social me decía que tenía que estar aquí”, comenta. Ella, como muchos de sus compañeros, ha volcado su experiencia en este megahospital. “Todo lo que sabía de gestión hospitalaria como extrahospitalaria lo estoy poniendo aquí en práctica. Es una experiencia única. Son días de mucho trabajo y mucha colaboración entre todos los estamentos”, añade.
A Pablo Cazallo, supervisor de calidad y seguridad del paciente del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, fue su directora de enfermería quien le hizo la propuesta. “Mi cambio fue radical. He pasado de no llevar a nadie a mi cargo a ser supervisor de enfermería en el pabellón siete de Ifema con un total de 500 camas”, explica Cazallo. Para él, “la experiencia va a ser inolvidable a nivel profesional y a nivel personal. En principio no sabíamos a lo que veníamos. De repente te encuentras con un golpe de realidad en el que tienes que empezar a trabajar, a diseñar procesos, procedimientos, circuitos… En un primer momento fue complicado, pero no deja de ser un reto. Y aquí la enfermería ha dado todo lo que ha podido dar y más”.
Todos reman en una misma dirección en Ifema, pero la enfermería es la encarga de llevar el timón a pie de cama del paciente. “Es el personal que está levantando el hospital sin lugar a dudas, como lo hace en todos los hospitales del mundo. Porque el cuidado a pie de cama es de enfermería”, comenta la directora de enfermería.
Los pacientes están contentos y es en gran parte gracias a ellas. En esta enfermedad, la soledad no es un buen compañero de equipo y eso las enfermeras lo saben. “Los pacientes están muy satisfechos. Se van de aquí muy agradecidos con las enfermeras. Nos anticipamos a sus necesidades. La verdad, que aquí se está trabajando con mucha ilusión y ganas. No ves el agotamiento en nadie y la actitud es muy positiva dentro de todo el personal”, comenta Carballo.
Una UCI poco convencional
Una de las palabras más usadas en esta pandemia ha sido UCI. Sí, muchos pacientes han pasado por ellas. Los cuadros respiratorios graves de muchos pacientes han obligado a que estas unidades hayan sido las más demandadas. Y en concreto, una ha saltado a la fama. Es la UCI de Ifema. David José Bernal del Valle, enfermero coordinador de esta unidad en el hospital más grande España, resalta “que es una UCI poco convencional a lo que conocemos porque en ella encontramos a gente que tiene más conocimiento y gente con menos idea, pero que se complementa bastante bien”.
Bernal siempre ha estado a pie de cama, concretamente él trabaja en el Hospital MD Anderson, y reconoce que “nunca había hecho gestión e incluso rehuía de ella”. Pero le propusieron montar y coordinar esta UCI y dijo que adelante. “En un principio se habló de traer paciente de fuera, pero al final por organización, sólo tenemos pacientes de Ifema. Tratamos tanto los que necesitan cuidados intensivos como los pacientes periféricos, es decir aquellos que tienen que ver los intensivistas, valorarlos, cambiar tratamientos y tenerlos localizados para que no llamen de forma urgente”, señala.
Estos días se ha hablado mucho de la necesidad de respiradores, pero apenas se ha hablado de los sanitarios que los usan. “No sólo se trata de máquinas, es el personal”, puntualiza. “Y entre ese personal, las enfermeras son fundamentales. Son las que están a pie de cama, las que pelean con ellos y al final, los pacientes necesitan cuidados. Nosotros damos todo el apoyo a los pacientes. Cuando están despiertos es un apoyo emocional y cuando están dormidos y con tubos les proporcionamos todo lo que necesitan. Lo más difícil estos días es la cantidad de pacientes que tenemos y los diferentes espacios para organizar… En general cada uno trabajamos de forma distinta, pero con buena voluntad todo se consigue. La verdad, que es una experiencia agotadora pero muy gratificante”, señala Bernal.
Ojos que hablan
Victoria Izquierdo trabajaba en uno de los Servicios de Urgencia de Atención Primaria (SUAP) del SUMMA 112, pero desde que esto empezó es enfermera asistencial en Ifema. Ella ha tenido la oportunidad de trabajar tanto en UCI como en hospitalización: “Es una experiencia que no pensaba vivir. Es gratificante y dura, las dos cosas a la vez”. Tanto ella como sus compañeros han sabido adaptarse a la situación, “lo más difícil ha sido ajustarse a la nueva rutina de trabajo. Muchos de nosotros tenemos experiencia hospitalaria y nos ha resultado algo más fácil, pero es cierto que el ambiente en el que trabajamos no es exactamente igual que un hospital. Por tanto, requiere de una adaptación. Pero creo que, en general, estamos haciendo un gran trabajo”, argumenta.
Los pacientes las tienen a ellas para hablar. “Pasean, te saludan varias veces… El otro día, por ejemplo, participé en una conversación de WhatsApp con una paciente que tenía a su familia en Perú. Para ellos también es gratificante ver quién está cuidando de su familiar”, sostiene Izquierdo.
Una de las cosas que muestra esta enfermedad es el miedo y la preocupación en los ojos de las personas. Y es en los ojos, porque es lo único que se ve tras la mascarilla de pacientes y sanitarios. “Nosotros no podemos prometer que todo va a ir bien, pero les aseguramos que los vamos a acompañar en todo su camino esperando a que se recuperen”, explica Izquierdo. “El no vernos la cara y vernos totalmente equipados es una forma muy fría que dificulta la comunicación sólo con los ojos. Por eso, unos compañeros y yo nos hemos hecho fotos con nuestro nombre para que puedan mirarnos y ver nuestra sonrisa, aunque sólo podamos expresarlo a través de nuestros ojos”, añade.
Y es que las enfermeras, todas ellas, son el corazón del Hospital de Ifema.