GEMA ROMERO.- “Mientras preparaba medicación en un control de enfermería de espaldas a la puerta, un médico me abrazó por detrás mientras pegaba su rostro a mi cuello y me besaba y, al reaccionar yo de mala manera, se rio afirmando que se había equivocado de persona”. “Siendo jovencita un hombre a punto de jubilarse de la institución para la que trabajaba me encerró en el sótano y me dijo ‘ahora tenemos un ratito para pasarlo bien tú y yo’. Me asusté mucho y pude salir corriendo”, cuenta otra mujer. Casi lo peor fue la reacción de sus superiores cuando quiso denunciarlo: “Me dijeron ‘él es así, en realidad no te va a hacer nada, ya lo hemos hablado muchas veces con él, no cambia’”. Estos son sólo dos de los 345 testimonios que ha recogido un estudio que ha publicado la revista The Lancet Regional Health – Europe, en la que se pone de manifiesto que tres de cada cuatro mujeres ha sufrido acoso sexual en el ámbito sanitario y académico en nuestro país.

Como cuenta Montserrat Gea, responsable del Grupo de Investigación en Cuidados de salud del IRBLleida y una de las coordinadoras del estudio, “la idea surge a raíz del caso de la futbolista Jenni Hermoso. Helena Legido-Quigley, Catedrática en Imperial College, en el Reino Unido, con la que colaboramos mucho nos planteó lanzar una consulta, a través de Twitter, para saber si había mujeres dentro de nuestro sector, que es el mundo académico y el sanitario, que también hubiesen padecido actitudes de abuso, para también visibilizarlo”. Para ello contactaron también con la Women in Global Health Spain para lograr una mayor difusión.

En sólo 13 días, del 29 de agosto al 11 de septiembre, contactaron con ellas más de 250 mujeres que les informaron de más de 345 casos que habían padecido personalmente en relación con episodios de acoso o abuso sexual en el ámbito laboral en dos sectores: el ámbito académico y el sanitario.

Datos alarmantes

Entre los datos que han recopilado, aunque no es un estudio cuantitativo como tal, la magnitud del problema resulta alarmante: el 73,6% de las encuestadas informaron haber sufrido acoso sexual y el 28,7% alguna forma de abuso.

El acoso sexual experimentado por los participantes en el estudio adopta muchas formas. El abuso verbal que consiste en comentarios inapropiados, ofensivos y humillantes es el tipo más frecuente (53%). Los abusos físicos, como tocamientos, manoseos, besos y abrazos inoportunos, también son frecuentes (44,9%), sobre todo en el sector sanitario. Las insinuaciones sexuales no deseadas y la petición de favores sexuales se dan en el 6,4% de los casos, incluido el acoso Quid Pro Quo. El ciberacoso y los memes sexuales son menos frecuentes, con un 3,8% de las cuentas informan de tales prácticas. Además, varios participantes describieron experiencias de acoso hostil u ofensivo perpetrado por compañeros y colegas en centros de trabajo sanitarios y académicos, concretamente en el 47,5% de las experiencias compartidas.

Así, entre los testimonios que han recopilado, y que las propias participantes han permitido su publicación de forma anónima, se encuentra también el caso de una enfermera que tras pasar consulta ginecología en un centro de especialidades junto a un ginecólogo relata: “Yo llevaba un piercing en la ceja. Al finalizar la consulta, y después de ver un par de comentarios del ginecólogo a alguna paciente que me parecieron algo fuera de lugar, al quedarnos solos, me preguntó si llevaba más piercings en el cuerpo, concretamente en zonas que le interesaban ‘profesionalmente’ como en los pezones o el clítoris, que quería hacer un estudio y buscaba poder hacer fotos”. Ella le contestó que “no” y le afeó su comportamiento con ella y con las pacientes. “Por supuesto lo puse en conocimiento de la coordinación del centro. Pero claro, solo sirvió para mi desahogo, nada más”.

Sin denuncia

Y es que en el caso de intentar denunciar esa es la actitud más común: se minimiza el problema. Como detalla Blanca Paniello-Castillo, investigadora predoctoral del ISGlobal, y coautora del estudio: “hemos visto que del 6,7% de las mujeres que reportaron a sus instituciones educativas o sanitarias, apenas en un 1,4% de los casos hubo alguna consecuencia. Nos lo cuentan médicas y enfermeras que sufren comentarios humillantes y peticiones de favores sexuales de sus jefes o gerentes hasta estudiantes de grado y doctorado que han sufrido tocamientos y manoseos del todo inapropiados a manos de sus profesores y jefes”.

Como explica Monstse Gea, “por parte de los compañeros y compañeras se naturalizan ciertas actitudes o incluso hay algunos bastantes casos en que las propias direcciones les dicen a las víctimas que es mejor no decir nada. Todo se justifica: era un cena y bebió de más; esta persona es así, pero luego no hace nada; sólo era una broma,… Esto va en contra de todo lo que la regulación vigente exige. Por eso, con este estudio también queremos dar voz a las víctimas y hacer una serie de recomendaciones que garanticen una aplicación real de la normativa vigente, que no se está cumpliendo”.

Y es que como subraya Gea, aunque en su investigación les han contado algunos casos antiguos, también han tenido conocimiento de circunstancias que se estaban produciendo actualmente. Ante esta situación, “el primer paso siempre es notificar el problema a las unidades de igualdad, que para eso se crearon. Todos los centros tienen que tener un agente de igualdad que es la persona que tiene que velar por corregir esa situación. Esas unidades de igualdad hacen el acompañamiento y velan porque esa persona no esté en contacto con su agresor, por ejemplo. Hay todo un procedimiento a seguir”. Sin embargo, Gea reconoce que “todavía hay un gran desconocimiento sobre los recursos que tenemos las mujeres para evitar este tipo de situaciones”.

A ello se añade el hecho de que “muchas mujeres que padecen este tipo de episodios tienen situaciones precarias o vulnerables en su centro de trabajo. Muchas veces no quieren dar el paso por miedo a que haya represalias, a que se las etiquete de conflictivas o incluso lleguen a despedirlas o a no renovarles el contrato, que es una forma de despido encubierta”. También aparece la culpabilidad por “haber provocado” el incidente.

Desigualdad de género

Montse Gea

En el trasfondo también se da un problema de desigualdad de género. De hecho, en su artículo incluyen un decálogo en el que se insta, sobre todo a los responsables máximos de Universidades e instituciones sanitarias, a abordar seriamente la desigualdad de género y el respeto a los derechos humanos, reconociendo que el acoso sexual está profundamente conectado con derechos como la igualdad y la justicia social. El estudio propone las siguientes recomendaciones:

  1. Promover el equilibrio de género y la diversidad en los roles de liderazgo.
  2. Implementar políticas integrales de prevención más allá de los Protocolos de Igualdad.
  3. Desafiar la normalización a través de sensibilización, campañas y capacitación dinámica.
  4. Integrar la información del protocolo de acoso en los procesos de incorporación.
  5. Desarrollar definiciones claras de acoso sexual y abuso de poder.
  6. Incorporar prácticas de Monitoreo, Evaluación periódica y Aprendizaje.
  7. Promover un enfoque centrado en las víctimas sobrevivientes.
  8. Estrategia de Tolerancia Cero.

“Agradecemos sinceramente cada historia compartida. Estas mujeres, valientes al romper su silencio, son la fuerza motriz detrás del cambio urgente que necesitamos en la universidad y en nuestro sistema sanitario. Proponemos medidas concretas, como impulsar liderazgos transformadores, implementar políticas integrales de prevención, desafiar la normalización del acoso y evaluar con indicadores medibles. Buscamos erradicar el abuso de poder y sexual, estableciendo un ambiente seguro, respetuoso y propicio para el bienestar de todas las personas” ha señalado la catedrática en Imperial College, en el Reino Unido, Helena Legido-Quigley.

“Es nuestra obligación, y especialmente de las mujeres que tenemos una posición estable, no permitir que estos patrones se continúen reproduciendo entre generaciones. Es imprescindible que la aplicación de la legislación vigente sea real y los gobiernos e instituciones apliquen una política de tolerancia cero hacia el abuso y el acoso sexual mediante las recomendaciones que proponemos» ha añadido la investigadora principal del Grupo de Investigación en Cuidados de salud del IRBLleida y también profesora de la Universidad de Lleida, Montse Gea.

Consecuencias para las víctimas

Las consecuencias de tales abusos van más allá del daño inmediato: el 34,5% de las víctimas informan de efectos psicológicos duraderos, incluidos disgusto, miedo, ira, vergüenza, ansiedad, depresión, trauma y diversos problemas de salud mental.

Para Thaïs González-Capella, investigadora en la London School of Hygiene and Tropical Medicine y otras de las autoras, “llama la atención que mujeres de todas las generaciones, tanto más jóvenes como ya jubiladas, a día de hoy todavía arrastran su trauma. Hemos reflexionado mucho sobre las consecuencias en su salud mental y bienestar, pero también sobre el impacto negativo en la progresión de nuestras carreras profesionales. Además, el acoso sexual hacia las mujeres está normalizado en sectores como el académico y sanitario, donde se supone que los objetivos son hacer avanzar el conocimiento y cuidar de la salud de las personas”.

Para Ana Bernal-Triviño, investigadora de la la Universitat Oberta de Catalunya y periodista especializada en violencia de género, “este análisis, además, realiza una aportación fundamental en la demostración de que el impacto de la violencia hacia las mujeres no es solo cuando el hecho se produce, sino que se sostiene en el tiempo y que en muchas ocasiones no tiene una respuesta adecuada del sistema público o privado. Ante esa violencia institucional se hace una llamada para una implicación comprometida de cualquier agente social para atender a las víctimas correctamente y sin complicidad con el agresor» ha señalado.

De hecho, “tenemos casos de mujeres que han llegado a abandonar su trabajo e irse a trabajar en otro sitio, porque la persona que cometía el abuso tenía un cargo elevado en la institución”, apostilla Gea.

Segunda fase

Como continuación a este trabajo y para contribuir a desvelar desigualdades y discriminaciones de los derechos de las mujeres, así como en la búsqueda de soluciones efectivas, ya han planteado una segunda fase de este estudio, como un proyecto cualitativo en el que pretenden realizar 30 o 40 entrevistas más en profundidad para saber por qué, en la mayoría de los casos, estas cuestiones no se denuncian.