ALICIA ALMENDROS.- Ganarse la confianza del paciente es lo primero que tiene que conseguir Raquel González, enfermera de una Unidad Móvil de Cribado (UMC). A diferencia de lo que ocurre en una consulta de Atención Primaria o en el hospital, es el equipo sanitario el que se desplaza a zonas marginales en busca de enfermedades entre colectivos vulnerables. “Nuestra misión es proporcionar un medio eficaz y accesible para detectar precozmente enfermedades infecciosas en poblaciones de difícil alcance o vulnerable. Esto nos permite un tratamiento temprano, así como evitar la pérdida de pacientes y contribuye significativamente a reducir la transmisión comunitaria de estas patologías”, explica González.

Empatía

Esta Unidad Móvil de Cribado (UMC) se puso en marcha en 2019 con el objetivo de facilitar el acceso al diagnóstico de enfermedades infecciosas incluyendo el virus de la hepatitis C, el VIH y el virus de la hepatitis B. “Queríamos llegar a esos puntos calientes donde se concentra mucha gente vulnerable. Montamos la unidad que consta de una furgoneta con un laboratorio y una consulta, y la acompañamos siempre de un coche satélite. El equipo está compuesto por enfermera, trabajador social y/o educador social. Todo el personal sanitario que acompaña al usuario durante todo el proceso está experimentado, enfatizando la empatía y la confianza que son fundamentales tanto para la curación como para la educación en prevención y reducción de datos”, explica Pablo Ryan, infectólogo del Hospital Infanta Leonor de Madrid y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. “Además, las UMC llevan a cabo un enfoque sociosanitario integral, conectando a los usuarios con redes de salud mental, adicciones y sanitarias”, añade.

Integración

González había trabajado anteriormente con estos pacientes, pero no en este entorno. “Al final aceptar lo que les pasa es mucho más fácil en consulta porque son ellos quienes recurren a nosotros. En este caso somos nosotros quienes vamos a buscarlos y tenemos que ganarnos su confianza”, comenta.

“Lo primero que hacemos por la mañana es pasar por la sede a por la furgoneta y el material necesario: la máquina de diagnóstico de carga viral GeneXpert, lo necesario para hacer analíticas por si hubiera alguna cosa rara, material para curas y siempre llevo un kit de emergencias por si hiciese falta atender algún tipo de sobredosis o situaciones que pueden tener lugar y al que muchas veces una ambulancia tiene difícil acceso”, sostiene González. “Al final, viven en un mundo paralelo y nosotros queremos crear un ambiente cercano y personal para que nos vean como un recurso al que acudir”, añade.

Secretismo

Las inseguridades o el secretismo forman parte de la vida de estos pacientes, “así que no es un trabajo ‘rápido’. Cuando llegamos al poblado, por ejemplo, aparcamos la furgoneta, la abrimos y los primeros 10 o 15 minutos no hacemos nada. En ese momento solo hay miradas. La experiencia nos dice que cuando llegamos a un sitio y no decimos nada, alguien se acercará a preguntar ¿quién eres? ¿qué haces? O si regalamos algo. Y ahí empieza la conversación. Después dejamos actuar al boca a boca. Y cuando alguien viene y se queda contento comienza el efecto llamada. Se trata de hacer un tú a tú para hacerles sentir cómodos”, resalta la enfermera.

Lo que distingue a estas unidades es su capacidad para realizar pruebas PCR en la calle, utilizando tecnología avanzada que permite diagnosticar infecciones activas, algo que es crucial para identificar a aquellos que necesitan ser derivados a un hospital para tratamiento. “Muchas veces hemos diagnosticado brotes de gonorrea, sífilis… como en el polígono Marconi de Madrid, por ejemplo. Y tenemos que intentar erradicarlo. La gente está muy machacada y si no va a ningún sitio a tratarse, el contagio continua, es una rueda que nunca para”, asegura González.

Enlace

El coche satélite que acompaña a la unidad es lo que le sirve de enlace con el sistema sanitario. “Lo primero que hacemos es una entrevista general con ellos para ver a quién hacemos la prueba porque necesitaremos que estén una hora que es lo que dura el diagnóstico de carga viral y conseguir que estas personas estén tanto tiempo esperando es difícil, pero siempre lo conseguimos. Cuando sale un positivo sin tratamiento, por ejemplo, la derivación se hace con el coche de soporte en ese instante. Aunque también tenemos en cuenta la hora, ya que los hospitales tienen horas concretas para las analíticas. En caso de que no se pueda en ese momento se queda con él y se hace el traslado al día siguiente”, expone.

En el hospital les hacen pruebas como analítica, radiofrecuencia, radiografías… y cuando tienen los resultados el equipo de la UMC se encarga de recoger la medicación en farmacia, algo que suele ser al día siguiente, ya que no te la dan en el momento. “Y como nosotros sabemos donde encontrar a estos usuarios pues se la damos mes a mes. De no ser así, ellos no se iban a acercar a ningún centro a recogerla”, afirma la González.

A pesar de desplazarse a zonas complejas, la unidad no cuenta con un equipo de seguridad concreto. “Al final es un trabajo diario en el que se crea mucha complicidad. Nunca hemos tenido un problema”, asegura.

Prevención

La educación y la prevención son clave. “Nos hacen muchas preguntas, incluso algunos nos piden ayuda para salir de ahí. El educador social hace una intervención y le explica cómo hacerlo. Y yo como enfermera desarrollo actividades desde la salud, lo social, lo personal, la educación… Les hago curas porque hay veces que hay peleas o tienen heridas que se les acaban infectando y tenemos que intervenir. La verdad es que es un trabajo muy difícil, pero una vez que estás dentro es muy necesario”, resalta.

Es una labor invisible “parece que todo se cura con una pastilla y, todo lo contrario, el tratamiento es un recurso importante para que el paciente derribe la enfermedad, pero todo lo que no se ve es lo que hace al paciente sentirse mejor y salir de ahí a centros de desintoxicación, pisos tutelados…”, sostiene la enfermera.

Erradicar

En España, con la llegada de los antivirales para la hepatitis C, se realizaron grandes esfuerzos para tratar a todos aquellos pacientes que estaban esperando este tratamiento. Sin embargo, el perfil de las
personas afectadas con hepatitis C ha cambiado con el tiempo. “Actualmente, es crucial enfocarse más en la búsqueda activa de individuos que lo padecen y aún no lo saben, así como de aquellos que, a pesar de estar diagnosticados, no pueden acceder al tratamiento debido a diversas barreras, como los usuarios de drogas inyectables, personas sin hogar, o aquellos en entornos de privación de libertad donde el acceso al sistema de salud puede ser limitado o inexistente”, explica el infectólogo del Hospital Infanta Leonor. “En las UMC contamos con educadores que tienen un papel clave ya que muchas veces tienen que salir a realizar esa captación”, añade.

Objetivos de la Organización Mundial de la salud

Todavía existen grandes barreras para alcanzar los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluyendo falta de acceso al diagnóstico y al tratamiento de la hepatitis, así como al manejo de las reinfecciones. “Ahora es más importante que nunca mantener el impulso y desplegar todas las herramientas que han demostrado ser eficaces para diagnosticar y tratar a la mayor cantidad de personas posible. La UMC es una forma ideal y muy necesaria para alcanzar los objetivos de la OMS. Sin estrategias como las unidades móviles, España corre el riesgo de quedarse atrás en la lucha contra la hepatitis C. Las UMC no sólo son una herramienta para el diagnóstico y tratamiento, sino también un puente crucial para superar las desigualdades en el acceso a la atención sanitaria y lograr una cobertura más integral y equitativa en el cuidado de la salud”, asegura Ryan.

Esta iniciativa que se puso en marcha en 2019 en Madrid en zonas marginales como la Cañada Real Galiana se ha extendido a otras regiones de España, incluyendo Galicia, Asturias, Castilla y León, Valencia, Andalucía y Castilla-La Mancha. “Lo que hacemos es coordinarnos con organizaciones e instituciones de esas ciudades y nos ponemos en contacto con las unidades
de Hematología o infecciosas para que en caso de encontrar algún caso podamos derivarlos de forma directa”, cuenta Ryan.

Variación de casos

En el terreno, la enfermera reconoce que los casos de enfermedades infecciosas van variando de forma cíclica: “A mitad del año pasado notamos que habían bajado un poco, pero hay veces que las drogas o las sustancias cambian o, por ejemplo, si hay una crisis financiera, la gente se pincha más y por tanto aumenta la prevalencia. Incluso lo vemos en las curas. Cuando les hace falta dinero roban cobre y los chispazos les provocan quemaduras y heridas que debemos curar. Hemos visto a gente con el brazo necrosado y que estaba tan normal como una persona con un principio de infección, por ejemplo, al final tienen tal consumo de sustancias que no sienten dolor”.

Adherencia al tratamiento

La UMC consigue una buena adherencia al tratamiento. “A pesar de que son personas en situación extrema de vulnerabilidad cuando les explicamos qué les pasa y las posibles soluciones, son conscientes de que tomando la medicación se puede curar y una vez que tienen los botes se lo toman. También nos apoyamos de otros recursos como puede ser centros de adicciones donde además de darles la metadona les entregan el tratamiento para la hepatitic C. Intentamos compartir recursos y ayudarnos de otros organismos para mejora la adherencia y asegurarnos que se hacen bien las cosas”, añade. Por este motivo, el infectólogo indica que las “UMC han demostrado ser una herramienta efectiva y necesaria en el abordaje de la hepatitis C, especialmente en poblaciones marginales, ayudando a España a avanzar hacia los objetivos establecidos por la OMS. Por este motivo, es necesario urgente y necesario que las instituciones públicas, incluyendo consejerías y ayuntamientos, financien estas unidades para asegurar su autonomía y alineación con los objetivos de la salud pública”.