ÁNGEL M. GREGORIS.- José Manuel Martín y Ana Belén Hernández son los enfermeros responsables de la consulta de accesos venosos del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Entre otras técnicas, se encargan de manejar e insertar los catéteres centrales de inserción periférica a través del sistema Sherlock.

Todo tiene que estar completamente controlado antes de comenzar. La esterilización debe ser extrema en la consulta donde se realiza y hay que cuidar hasta el último detalle para evitar complicaciones. “Con este sistema tú estás viendo en todo momento por dónde va el catéter y evitamos que se va a sitios no deseados. Es decir, controlamos que vaya a donde queremos, que es la zona cavoatrial”, explica José Manuel Martín.

Ellos reciben al paciente con todo preparado para explicarle y ayudarle con todas las dudas que pueda tener. En el caso de este reportaje, que se escribió antes del inicio de la pandemia por COVID-19, un paciente de unos 50 años se somete a la intervención. Tal y como cuenta Martín, el catéter que le insertan es de larga duración, entre seis meses y un año, y sirve para poner tratamientos muy vesicantes, que son aquellos que irritan mucho las venas. “Estos catéteres de alto flujo nos sirven también para las extracciones de sangre, poner hemoderivados y contrastes para los TAC”, asegura el enfermero.

En principio es una técnica que se utiliza con todo tipo de pacientes que tengan las características oportunas, pero la mayoría son oncológicos y hematológicos; también de traumatología, digestivo para nutrición parenteral e incluso a niños.

Muy importantes son los cuidados del catéter tras su implantación, pero también la educación previa a la intervención, que de igual forma realizan las enfermeras. “Antes de la intervención tenemos que valorar que la analítica esté bien, que el paciente no tenga una bajada de plaquetas y que la coagulación esté bien para que no haya problemas a la hora de implantarlo. Debemos controlar la historia clínica y valorar que se pueda canalizar”, cuenta Ana Belén Hernández.

Ella misma explica que, posteriormente, durante la canalización, “hay que valorar que no hay sangrado y que el paciente no tenga sintomatología anómala”. Es después, tal y como Hernández destaca, cuando los cuidados deben ser más exhaustivos porque “el éxito de la implantación radica más en el mantenimiento final del catéter durante todo el tiempo de vida del tratamiento”.

Este tipo de catéteres precisan de unos cuidados que se realizan cada diez días para conseguir un funcionamiento correcto. “Los cuidados son tanto extraluminares como intraluminares. Con extraluminares nos referimos a una limpieza del punto de punción, así como el cambio de la fijación y el apósito para evitar infecciones del catéter y que la zona de inserción se macere. Por su parte, los intraluminares son una limpieza del catéter usando jeringas con 20 mm de suero fisiológico, utilizando la técnica de “push-stop-push”. “Son catéteres muy finos y tienen que estar perfectamente limpios para que la vida media sea más duradera porque la obstrucción es uno de los grandes problemas que podemos encontrar”, concluye.